MOTOR

Montecarlo, experiencia única

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photo_camera Thierry Neuville cruza un pueblo durante la jornada del viernes (A.H.-CACHALVITE)

El duelo Loeb contra Ogier, el impresionante ambiente y el poder disfrutar de un paseo por el Principado, los argumentos para repetir año tras año

No hay descanso en el Mundial de rallys. Apenas dos meses después de despedir el 2014 con el segundo título de Sebastien Ogier, vuelta a la actividad con el rally de Montecarlo.

Fecha especial, 125 aniversario del Automóvil Club de Montecarlo y muchas novedades. Sebastien Loeb, retornado esporádicamente a los rallys frente al nuevo rey Ogier con las carreteras de los Alpes Marítimos como 'ring'. Siete victorias del primero frente a dos del segundo. No había excusa para quedarse en casa, más si cabe gracias a las aerolíneas de bajo coste.

Rivalidad y aficiones divididas. Pancartas y banderas por igual. Lástima que un accidente de Loeb matase la emoción ya en la jornada del viernes a favor de un Ogier que comenzó el 2015 igual que terminó el año anterior, con victoria.

Eso sí, ambos se vieron solapados por una figura, la del piloto polaco Robert Kubica. Rápido pero inconsistente y mermado por una grave minusvalía en el brazo derecho, terminó la prueba cumpliendo las expectativas de muchos, con un accidente.

Ahora bien, al margen de la competición pura, el rally de Montecarlo es para cualquier aficionado una visita a un templo sagrado aunque en esta edición la nieve pasó bastante de largo. Una prueba con una organización cuestionable pero a la que se le perdona todo. "Montecarlo es así" escuché en varias ocasiones y doy fe.

Cortes de carretera demenciales (hubo gente que tuvo que caminar entre 5 y 7 kilómetros para llegar a alguna especial), anulación de tramos por falta de previsión y un parque de trabajo realmente caótico son esa clase de cosas que solo se aguantarían en una prueba como esta.

Montecarlo, el paraíso

Porque todo lo malo se compensa cuando la cita se traslada en la última jornada al Principado.
Montados en nuestra humilde Renault Scénic y empapados de la radio-fórmula francesa que repite hasta la saciedad 'Uptown Funk' de Mark Ronson con Bruno Mars (vídeo al final del texto), los cinco valientes de este año llegamos al paraíso del lujo y uno de los lugares más emblemáticos del automovilismo.

Aparcar en cualquiera de sus empinadas calles y recorrer el trazado del circuito urbano de Mónaco es una experiencia única. Subir por Santa Devota y descubrir que la pendiente es mucho mayor de lo que parece en televisión, pasar por Mirabeau imitando el ruido de un monoplaza y llegar a la mítica curva de Loews, la más lenta del Mundial de F1 para sacarse un foto tocando el piano bicolor "por aquí pasaron Senna o Schumacher". Y como no, pasar caminando por el mítico túnel en el que sabiamente los policías de allí se encuentran dispuestos a pillar 'in fraganti' radar en mano a algún millonario despistado con un poco de prisa por gastarse unas fichas en el casino.

Por supuesto, y en un símil low-cost a 'Desayuno con diamantes', hamburguesa en restaurante de comida rápida mirando joyerías y demás tiendas, esas a las que no se puede aspirar sin tener que robarlo o empeñar algún órgano vital.

Col du Turini y vuelta a casa

Tras dormir en Niza, la última jornada fue la de la visita al otro lugar sagrado para el automovilismo, el Col du Turini. Algo así como Wembley o Maracaná para los amantes del fútbol.

Algunas fotos más, conversaciones por señas con los comisarios, pactos con los gendarmes para conseguir un buen lugar en el que situarse y desgraciadamente fin de la fiesta.

De nuevo a la Scénic con el amigo Bruno Mars y a pasar por caja como buenos contribuyentes en las carísimas autopistas francesas (110 euros en peajes en cuatro días) rumbo al aeropuerto de Marsella.
La aventura había terminado y a pesar del frío y lo desastroso de algunas situaciones organizativas, un rally más al que volver porque Montecarlo es mucho más que una prueba de coches.

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