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El lío político de Cataluña ya es económico

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photo_camera Los líderes de la UE, Donald Tusk y Jean-Claude Juncker.

El jaleo de Cataluña parecía política con minúsculas –cosas de los políticos–, pero no era así. Ahora no es ya política, es economía, toca los bolsillos de la gente y si no hay un plan las cosas pueden ir a peor.

La incierta situación política de Cataluña, el motor económico de España, amenaza con complicar las cosas en el conjunto del Estado, cuya previsión de crecimiento ya ha sido rebajada por el Gobierno del 2,6% al 2,3%, al tiempo que subía la previsión de déficit al 2,3% del PIB. No se trata, pues, de especulaciones ni de sensaciones, sino de datos macroeconómicos concretos, cuya verdadera dimensión será difícil aventurar con un calendario político tan incierto y una gran movilización social en el independentismo. Además del efecto traslado de bancos y empresas catalanas –entre ellas casi todas las grandes–, pesa la caída del turismo –más de 400.000 catalanes dependen del sector– e inquieta a muchas compañías el boicot a los productos catalanes, que en algunos sectores ya se deja notar. La inquietud en este caso se generaliza, ya que aunque los productos envasados lleguen desde las factorías catalanas, los ingredientes pueden ser de distintas comunidades, entre ellas Galicia.

El lío –por utilizar una expresión habitual de Mariano Rajoy– es grande y exige un tratamiento político inteligente, puesto que sin una buena pedagogía todo puede ir a peor. El propio presidente del Gobierno calificó los últimos datos de “preocupantes”, una vez constatados los traslados de más de 1.000 empresas, los desincentivos a las inversiones, las menores reservas turísticas y los problemas financieros.

El Gobierno español y la Unión Europea han tardado mucho en explicar las consecuencias reales de la independencia para el bolsillo de la gente, mientras la Generalitat basaba su campaña en decir que no solo no pasaría nada, sino que todo iría a mejor. Las palabras de Rajoy de este sábado sobre el impacto de la independencia en la UE y en la OMC hubieran surtido mucho más efecto cuando se inició el llamado procès que ahora. Y otro tanto cabe decir de los mensajes de advertencia calculada de Angela Merkel –a veces cauta–, Donald Tusk, Jean Claude Juncker y Antonio Tajani.

No es lo mismo que sea Mario Draghi quien diga que, fuera de la UE, los bancos catalanes se quedarán sin líneas de crédito en euros que sea un político. Y no es lo mismo que hable –alto y claro– la canciller Angela Merkel que su portavoz o su ministro de Asuntos Exteriores.

Da la impresión de que el independentismo, a pesar de su base social burguesa e intelectual, no acaba de creerse estas advertencias de Bruselas y Fráncfort. Menos aún las de Madrid.

En el mejor de los casos, las medidas de Mariano Rajoy –recuperar la legalidad para restituir la vigencia de la Constitución española y del Estatuto, volver a la normalidad y recuperar la convivencia, continuar con la recuperación económica, hoy en evidente peligro, y celebrar elecciones– tardarán en consumarse y, mientras tanto, la vida económica de las empresas sigue rodando.

Incluso llegan tarde los medios de comunicación españoles y catalanes que ahora dedican páginas y páginas a contar afirmaciones que sustentan el soberanismo catalán y no son verdad. Visto con perspectiva, sea o no suicida, el independentismo va ganando la gran batalla de la comunicación internacional frente a un Estado que parece tener a sus diplomáticos de vacaciones y unos medios de comunicación que reaccionaron a destiempo. Por lo demás, las declaraciones acartonadas de los grandes líderes no bastan, parece bastante evidente. ¿O no?

@J_L_Gomez

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