CUENTA DE RESULTADOS

¿Será la UE más democrática tras la crisis?

Las actuales diferencias económicas entre unos y otros países dificultan enormemente los avances políticos, pero de eso poco se habló en esta campaña para las europeas

En términos económicos, Europa es cada vez más importante para España, pero en cambio los españoles –ni sus partidos ni sus ciudadanos- se toman muy en serio las únicas elecciones que hay en la Unión Europea. Parecen ver en el Parlamento Europeo algo más parecido a la Asamblea de las Naciones Unidas que al Congreso de los Diputados. Puede que otros incluso tengan la misma sensación rimbombante pero ajena que les produce el Fondo Monetario Internacional. Saben que tiene mucha influencia económica en el mundo pero no saben cómo se gestiona.

Si alguien es responsable de ello no es el ciudadano de a pie, que a su falta de conocimientos une la desconfianza, sino quienes realmente gobiernan –de verdad- la Unión Europea: Alemania, sus aliados y los mercados financieros. Dicho en otras palabras, el Consejo Europeo y el Banco Central Europeo (BCE), cuyas preocupaciones son el mercado interior y la política monetaria; léase el euro.

Todo lo demás, siendo importante, no es trascendente. Hay muchas maneras de explicarlo pero hay una fácil de entender: mal puede resultar trascendental todo lo demás cuando el presupuesto comunitario apenas representa el 1% del PIB de los 28 países que conforman la Unión Europea. Y, por si fuera poco, dos partidas de ese ridículo presupuesto, la política agrícola común y las políticas de cohesión, acaparan el 80% del mismo.

¿Votamos este domingo en España para influir en el BCE? No, porque el BCE no es democrático; en la práctica lo controla Alemania y en Alemania solo votan los alemanes. ¿Votamos para determinar el Consejo Europeo? No, porque para eso votamos en las generales y/o presidenciales de cada país, cuyo resultado produce la composición del principal órgano de gobierno de la UE.

¿Entonces para qué votamos? En síntesis para dos cosas: para elegir los miembros del Parlamento Europeo, que legisla con el Consejo Europeo en codecisión para la mayor parte de la legislación comunitaria, y para elegir al presidente de la Comisión Europea, una especie de ejecutivo de la UE que controla la burocracia de Bruselas, bajo la presión de 1.700 ‘lobbies’ –en su mayoría empresariales y financieros- dedicados a influir. Es más que nada, pero es muy poca cosa.

Si hubiera más Europa, la gente seguramente votaría en mayor medida y con más responsabilidad. No menos, desde luego, que en unas elecciones generales. Pero esta Europa y estas elecciones, por desgracia para los europeístas, están muy lejos de parecerse al sueño de los padres fundadores de la Unión Europea: Adenauer, Monnet, Schuman y Gasperi.

Probablemente con el paso del tiempo las cosas irán cambiando, del mismo modo que viene sucediendo desde enero de 1958,  cuando entraron en vigor los Tratados de Roma y la entonces llamada CEE empezó a trabajar en Bruselas, con el apoyo de una Asamblea Parlamentaria y un Tribunal de Justicia.

El papel de Alemania, como primera potencia económica de la UE, parece decisivo en este largo y lento camino que supone desarrollar un proyecto confederal como la Unión Europea, uno de cuyos mayores logros es una moneda común en los países de la eurozona. Las actuales diferencias económicas entre unos y otros países dificultan enormemente los avances políticos, pero de eso poco se habló en esta nefasta campaña electoral. Tal vez todo sea mejor en la próxima, con mejores datos.

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