El cortejo fúnebre para enterrar a la Sardina recorrió las calles de la ciudad, y en A Valenzá finalizaron con la quema del meco y comida
Hay penas que cuesta sobrellevar sin derramar una lágrima o un mar de ellas. Despedir los días de fiesta, lujuria, ironía, sarcasmo y mofa, durante los cuales casi todo está permitido, incluido burlarse de las autoridades, o eso tal vez no, no resulta nada fácil.
Por eso, los ourensanos se echaron ayer a la calle para acompañar al largo cortejo fúnebre de la sardina que finalmente ardió en la Praza Maior. Los lamentos y gritos lastimeros de las plañideras se dejaron sentir por todo el casco histórico, mientras las autoridades religiosas no dejaban de presidir el cortejo con semblante serio, y es que no era para menos. Don Carnal ya se ha ido, dejando atrás la fiesta, y en su lugar aparece ya la más antipática y rancia Doña Cuaresma. El entierro de la Sardina en la ciudad consiguió aglutinar a un gran número de ourensanos que, de riguroso luto, como merece la ocasión, lamentaron este triste final, aunque esperado. Ahora ya sólo queda esperar al Entroido 2017.
