Los retos de Felipe VI

Con respecto a la independencia, Felipe se ha mostrado continuista en la línea marcada por su padre

Del diario de Alfonso XIII, enero de 1902, con 15 años de edad, y a solo de cinco meses de convertirse en rey: “En este año me encargaré de las riendas del Estado, acto de mucha trascendencia tal y como están las cosas; porque de mi depende si ha de quedar en España la monarquía borbónica o la república. Porque yo me encuentro al país quebrantado por nuestras pasadas guerras, que espera de mi a alguien que la saque de esa situación; la reforma social en favor de las clases necesitadas; el ejército con una organización atrasada a los adelantos modernos; la Marina sin barcos; la bandera ultrajada (subrayado); los gobernadores y alcaldes que no cumplen las leyes. En fin, todos los servicios desorganizados y mal atendidos. Yo puedo ser un rey que se llene de gloria arreglando la Patria, cuyo nombre pase a la historia como nombre imperecedero de su reinado, pero también puedo ser un rey que no gobierne, que sea gobernado por sus ministros y por fin puesto en la frontera.”

Si no conoce las palabras escritas por su bisabuelo, Felipe VI debería analizarlas. Lo que describe Alfonso XIII recuerda en muchos aspectos a la España que hereda Felipe VI. Alfonso no estuvo a la altura y, como él pronosticaba, fue puesto en la frontera.

De cómo reine Felipe VI depende que España continúe siendo una monarquía. De su capacidad para impulsar la institución que acaba de recibir de manos de su padre depende que los que gritan “república” en los actos de proclamación y en los días anteriores cambien de forma de pensar y sientan respeto por el Jefe del Estado y no clamen por una reforma constitucional con el objetivo de que España deje de ser una monarquía parlamentaria.

D. Felipe de Borbón, como se demostró en su discurso de proclamación, se convierte en Felipe VI con conocimiento profundo de la España que hereda, cuáles son las preocupaciones ciudadanas, qué concepto tienen de la Familia Real, hasta qué punto los independentistas se mueven para alcanzar sus objetivos pensando que el nuevo rey será más flexible que su padre respecto a la unidad de España, y cuál será el papel que puede jugar en el futuro para colaborar en que España salga fortalecida tras el cambio generacional en la Jefatura del Estado pero sin que sus iniciativas sobrepasen ni un milímetro los límites que marca la Constitución.



LA REFORMA DE LA CONSTITUCIÓN

Precisamente la reforma de la Constitución la tendrá que abordar el rey Felipe a muy corto plazo.

No todos pretenden lo mismo al plantear esa reforma. Los socialistas quieren una España federal que resuelva las cuestiones autonómicas pero para algunos partidos nacionalistas esas cuestiones solo se resolverán con la independencia. Será ese el principal reto del nuevo rey, garantizar la unidad de España , incuestionable sea cual sea el texto de la nueva Constitución. En ese sentido Felipe VI se ha manifestado de forma muy clara en todas sus intervenciones públicas y sin duda seguirá la línea marcada por su padre. Es consciente además, aparte de sus propias y muy sólidas convicciones, que la mayoría de los españoles no le perdonarían que se doblegara ante los independentistas; pondría en riesgo la corona que acaba de heredar y que pretende dejar en herencia, con una España territorialmente unida, a su hija Leonor.

Comienza D. Felipe su reinado con un problema añadido a los muchos que sabía que tendría que abordar el día que se convirtiera en rey: el declive de los dos principales partidos, PP y PSOE, y en el caso del segundo con una crisis interna de imprevisibles consecuencias, porque los malos resultados de las elecciones celebradas en los últimos años han “jubilado” a la mayoría de los dirigentes socialistas más experimentados y se abre paso una nueva generación con el atractivo de la juventud pero sin experiencia de gobierno. Si el rey Juan Carlos ha mantenido unas relaciones impecables con los diferentes dirigentes políticos, de todas las tendencias, incluso los que se declaraban republicanos, fue porque encontró en todos ellos el empeño personal de trabajar por y para España, de ahí que en ocasiones delicadas D. Juan Carlos siempre ha podido tener un papel negociador. Con el Príncipe Felipe será más difícil porque está aún por saber quién va a dirigir a los socialistas y cuáles son sus cualidades. Y Felipe VI, aunque no tiene facultades de gobierno, sí necesita apoyos políticos, de los gobernantes y de la oposición, para trabajar por una España mejor, y comienza su reinado con una clase política desprestigiada y debilitada, y con aparición de partidos que tienen como cantera los grupos antisistema y no dudan en emitir mensajes anticonstitucionales.



EL CASO URDANGARÍN

No puede obviar Felipe VI en el inicio de su reinado que se espera de él algún tipo de gesto respecto a un asunto que ha perjudicado hondamente la imagen de la Corona; o más bien dos casos, porque también la cacería de Botswana ha sido un bache en la trayectoria de D. Juan Carlos, aunque se ha superado entre otras razones por el perdón que pidió humildemente al mismo tiempo que prometía “no volverá a ocurrir”. Sin embargo el caso Urdangarín todavía no ha concluido y no se sabe qué determinarán los jueces, pero sabe el rey Felipe que sea cual sea su dictamen los negocios de su cuñado han hecho gran daño a la Corona: incluso si el tribunal determina que ha prescrito el presunto delito fiscal, y no encuentra indicios de blanqueo de dinero - situación que podría darse- la casi totalidad de los españoles pensarán que no se ha actuado con suficiente rigor con el cuñado del rey y con la infanta Cristina. Cuñado y hermana que no han sido invitados a participar en los actos del relevo en la corona. Todo un dato a tener en cuenta.

Las monarquías deben adaptarse a los nuevos tiempos, estar más a pie de calle y suprimir determinados condicionamientos propios de siglos pasados. Pero todo ello es perfectamente compatible con la necesidad de asumir unas responsabilidades que vienen marcadas por la propia institución que se representa. Lo han hecho otras reinas y princesas que, como doña Letizia, no pertenecían a casas reales. Si quiere cooperar a que su marido, Felipe VI, sea un gran rey, debe desterrar ciertos hábitos que empañaron la imagen de la monarquía.

Comienza el reinado de Felipe de Borbón y no dispone de cien días de gracia para hacerse con el cargo: a un rey se le supone preparado para asumir sus funciones desde su proclamación.

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