EN LA TELE

La incomprensión es la cuna del horror

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photo_camera Outcast.

Outcast la serie de Robert Kirkman: la oscuridad también esconde belleza

Faltan tres episodios para el cierre de la primera temporada de Outcast, ¿Que nos depara el final? Todavía no lo tenemos claro, pero sí podemos afirmar que puede ser terrible. 
Desde su estreno, se presentaba como una serie oscura, en la que no solo los cuerpos de los poseídos están siendo torturados. Los personajes son ligeramente apáticos y cerrados, luchan con sus propios demonios y se esconden en la lucha contra las posesiones. Poco supimos de Kyle en el primer episodio, y cuanto más sabemos, mas triste se vuelve su existencia. El paria, el hombre eternamente triste, el generador y la chispa de la personificación del demonio. Trabajando mano a mano con el reverendo Anderson, un pastor de moral cuestionable que aun que parecía capaz de ver la luz al final del túnel, ahora cuestiona su propia fe. 

En un primer vistazo, Outcast no nos depara una gran historia, carece de la elegancia que veíamos en The Walking Dead, pero las comparaciones son odiosas y lo sabemos. ¿Donde podemos buscar la diferencia? En el lugar donde reside su sofisticación. La nueva serie de Kirkman, emitida en Fox España, es sofisticada a su modo. Todo se encuentra si lo buscamos bien, y Outcast tiene un gran punto fuerte: el género en el que se inspira. 

Como ocurría en The Walking Dead, su presentación no es más que un cliché, en una zombis y en otra posesiones. Clichés como una pequeña ciudad atacada por la oscuridad, la excusa para definir el bien y el mal, personajes tristes carentes de fuerza y atractivo, la violencia como drama tras el averno, casas viejas que potencian la sordidez de un ambiente acosado por Lucifer. 
Es cierto que todos estos leitmotivs se repiten en el género del horror, pero he aquí la diferencia, Outcast utiliza con maestría las tipologías de su género para abrirnos el camino hacia personalidades torturadas, familias desestructuradas, seres marginados y falta de comprensión. 

Por eso, cada vez queremos más a Kyle, queremos que todo le vaya mejor pero su condición se lo impide. Por eso, el reverendo Anderson, consigue que obviemos la parte que representa. Todos somos seres lastimados, y todos necesitamos comprensión. Esa que a veces parece inexistente. 
Su ausencia se hace patente en su séptimo episodio, donde gozamos de un acto de amor puro y que trata de ser hermoso. La supuesta reconciliación que mejorará la vida del roto Kyle Barnes. Pero Kirkman es un juego de contrastes y donde habita la belleza, existe el horror.

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