ICONOS

Siboney, Siboney, Siboney

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“Siboney” forma parte del repertorio desde sus tiempos mozos.

Con el Bolero en la mano la melodía se pega a la piel como la miel en los dedos, de pura sensibilidad. La vida es un bolero malencarado, que no siempre, o no todo el rato, a veces hasta te acurruca como si te quisiera de veras. 

La melodía desplega velamen, en 4 por 4, al compás, como para bailar pegado a la antigua. Una charanga de solera arrastra sus instrumentos igual que sus pies, como buscando la sombra, sin mirarse encarrilan una inquietante versión de “Siboney” que forma parte de su repertorio desde sus tiempos mozos.

Es un regalo. Imposible remontar el río de la vida donde habitan las canciones, imposible hallar las versiones de un bolero tan soñado y eso que hay versiones mayúsculas; servidor tuvo un tiempo remoto que se dedicaba a recorrerlas como a quien se le da por perseguir encantamientos, y cada vez te traslada un poco más lejos, casi hasta soñar la Cuba donde ideó el gran Ernesto Lecuona (Guanabacoa, Cuba, 1895-Tenerife, 1963), allá por 1929.

En “Siboney” cada nota es un temblor que te llena la cabeza de imágenes de aristas redondeadas. Siboneys eran los indios que habitaban la Isla a la llegada de los españoles, el indio precolombino, ya bien extinto mucho antes de que lo mentara Lecuona. Una mujer india canta a su amor que se corresponde con el de su pueblo, en una escena claramente bucólica, soñadora como quien menta algo que fue pero ya no es. Lecuona era un músico inspirado, también en la canción española, no en vano fue un hijo más de aquella gran oleada migratoria española entre 1868 y 1898 hacia la isla caribeña; Suya fue también la autoría de “Para Vigo me voy”, qué casualidad. 

Lecuona supo trazar un destino a medio camino entre la música culta y la popular, música para piano, canciones de películas, incluso zarzuelas que parecían óperas, pero su icono reverencial será “Siboney”, sobre todo en la mayúscula interpretación de Xiomara Alfaro (La Habana, 1930), habitual en las revistas musicales y espectáculos de cabaret como Tropicana, quien participó en la película “Mambo” con Silvana Mangano y Vittorio Gassman, en 1954. Xiomara, en su voz de soprano de agudos imposibles, fue sin duda la inspiradora de intérpretes como Celia Cruz. Reside en Miami. 
Lecuona, exiliado desde 1960 murió en Tenerife, en 1962, visitando la tierra de sus antepasados. Recordarlo es soñar un mundo antiguo, una melodía eterna que nos atrapa, como a Paco de Lucía, Dizzy Gillespie, Xiomara, Cugat, Machín, Bebo Valdés, Rubén González, Alfredo Kraus, Omara Portuondo, y mil más.

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