La hay gracias al trabajo de oenegés y de otras instituciones que completan el trabajo de las fuerzas de seguridad y acogen a las mujeres liberadas de sus captores y explotadores
Hay vida después de haber sido víctima de trata y de explotación sexual. Y la hay gracias al trabajo de oenegés y de otras instituciones que completan el trabajo de las fuerzas de seguridad y acogen a las mujeres liberadas de sus captores y explotadores.
Tras una operación policial de este tipo, como la desarrollada por la Unidad Central Operativa (UCO) de la Guardia Civil y las comandancias de Alicante y Vizcaya contra una mafia nigeriana de trata de seres humanos, siempre surge esta pregunta: ¿Qué pasa con las mujeres una vez liberadas?.
En la operación "Nanga-Parbat" han sido liberadas 39 mujeres, algunas de ellas explotadas en condiciones infrahumanas en casas-cueva de una localidad almeriense, obligadas a ejercer la prostitución "low cost", porque solo cobraban entre 5 y 10 euros por servicio.
Una vez liberadas, algunas han sido acogidas por la congregación de las Adoratrices de Almería, que desde hace tiempo se hace cargo de este tipo de víctimas dentro del proyecto Emaús de atención a mujeres en riesgo social.
La Guardia Civil ha querido que asistieran a la rueda de prensa donde se ha informado de esta operación, para dar visibilidad a una labor que cierra la policial tras una colaboración "codo con codo" con los agentes de las unidades dedicadas a esta lucha.
María José Palomino Márquez es la directora del proyecto Emaús, del que ha hablado con Efe. Son chicas muy jóvenes que llegan a la casa de acogida "con un miedo terrible, muy asustadas, deprimidas..., con una inseguridad muy grande y con el alma rota por lo que han hecho con ellas". "Vienen destrozadas psicológicamente", apostilla.
Su proyecto cuenta con una casa de acogida para doce mujeres, aunque intentan que dos plazas estén libres para casos de emergencia. Además, tiene en Almería dos pisos para compartir, uno para cuatro mujeres y otro para tres, en los que conviven cuando ya pueden hacer una vida más normalizada.
En la casa de acogida se les enseña español y toda una serie de habilidades sociales, incluidas las actividades domésticas, pero siempre desde el respeto a su cultura.
Porque como dice Palomino, han llegado a España forzadas, "les han quitado su cultura" y hasta sus comidas. Cuando son acogidas, muchas están enfermas, apenas tienen ropa... Por eso, lo primero es proporcionales todo lo necesario para cubrir sus necesidades básicas.
Luego, la atención se centra en el proyecto personal de cada una, de las que quieren quedarse en España, que son la mayoría, porque se les ofrece la posibilidad de volver a su país si así lo desean.
Pese al estado en el que llegan, se van recuperando, añade Palomino, sobre todo cuando ya se ven confiadas, cuando comprueban que se les trata como personas, cuando reciben un abrazo y cuando ya acuden solas a comprar su comida.
"Antes de (que llegara la) Policía, (era) una persona. Después de Policía, (soy) otra persona", reconocen muchas de estas nigerianas, que atraviesan más de 4.000 kilómetros por África captadas en su país por las redes, que las trasladan luego desde Libia a Lampedusa (Italia) para introducirlas en Europa y obligarlas a prostituirse.
Las Adoratrices tienen una bolsa de empleo para estas mujeres, que generalmente están preparadas para cuidar ancianos, aunque algunos no quieren que les atienda una persona negra.
Sin embargo, reconoce Palomino, se están venciendo estas reticencias y las primeras que llegaron al piso de acogida ya cuidan a ancianos, algunos con Alzheimer. "Son muy cariñosas y alegres, tienen unas cualidades fantásticas para trabajar con mayores", asegura.
Otras se ofrecen para cuidar niños y tienen bastante éxito porque saben inglés.
Poco a poco se van adaptando a una vida normalizada. "No son prostitutas, son prostituidas". Y cuando son liberadas y entran en la casa de acogida, su historia pasada se queda fuera. Han recuperado su dignidad.
