RIBEIRO, IMÁGENES CON HISTORIA

La calle central de Ribadavia

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photo_camera Calle Central, actualmente Merelles Caula

La calle Central de Ribadavia recibía tal nombre por ser la vía que desde intramuros, se dirigía en línea recta hasta la Plaza Mayor

Arrancaba desde la Cruz, o sea en la esquina  de la casa de don José Rey, y fue conocida durante siglos como La Judería. En el siglo XIX, durante un corto período, se llamó Emilio Castelar, en consonancia con los nuevos tiempos que mandaron al exilio parisino a Isabel II. Posteriormente y acorde con su ubicación, recibió el nombre de Central.

Por su situación estuvo siempre muy habitada y la presencia de locales de diversa índole, nos habla del carácter comercial que alcanzó. Allí se instaló a principios del pasado siglo, la  Sastrería de Aniceto González, quien confeccionaba “desde el aristocrático frac hasta la modesta americana”. También se estableció el comercio de tejidos de Benjamín Diéguez, con importantes novedades y  atractivos escaparates, donde se expusieron las cintas que premiaban a los ganadores de la carrera ciclista, organizada en las fiestas del san Pedro en 1913; ambos, don Benjamín y su negocio, asoman por la novela  de Jaime Solá, Ramo Cativo (1918) ambientada en O Ribeiro. A su lado estaba la ebanistería de Mario González, donde “se construyen toda clase de muebles, desde el de mayor lujo hasta el más modesto, con prontitud, economía y esmero en el trabajo” y el peluquero Pablo Fernández, el célebre don Pablo, tenía allí su concurrida barbería.

En 1911 y tras el fallecimiento de Adolfo Merelles Caula, el ayuntamiento acuerda dar su nombre a dicha rúa. Don Adolfo, nacido en Avión y licenciado en derecho, fue diputado en las Cortes por el partido judicial de Ribadavia y senador por la provincia de Orense. Con motivo de su defunción la prensa local recordaba: a él se le deben la carretera de Orense a San Clodio pasando por Castrelo, el ensanche y embellecimiento de nuestro puente y la carretera de Esposende a Bearíz,(…) por lo cual sus visitas a Ribadavia como nuestro representante en la Corte, fueron seguidas puntualmente por  nuestros semanarios. 

El Album Literario (1889) informaba que durante su estancia en Ribadavia y alojado en el Hotel del Miño, sus amigos lo obsequiaron con una brillante serenata que interpretó, fielmente y con delicado gusto, dificilísimos trozos de las más celebradas óperas de Donizetti y Verdi, dando a conocer una pléyade de artistas que honrarán a su inteligente maestro don Benigno Pousa.  El Obrero (1893) comentaba el cálido recibimiento que en Los Ferreiros tuvo el orfeón de Beade, La Sirena del Avia, trasladado a Ribadavia para obsequiar a Merelles con un recital. El hebdomadario Noticiero del Avia (1910) se congratulaba porque don Adolfo consigue del gobierno la biblioteca solicitada por el Avia Foot-Ball-Club y un año después notificaba: gracias a las gestiones del diputado Merelles se concedió una subvención del Ministerio de Gracia y Justicia de 3.000 pesetas para la construcción de un nuevo templo en Baiste (Avión). 

Con el paso del tiempo los locales fueron cambiando de propietarios y actividad. La casa del señor Rey fue adquirida por Ramón González, en donde se instaló con su numerosa familia y abrió un surtido comercio de ultramarinos “La Chucarela”. El establecimiento de Benjamín Diéguez se fue para el Progreso, en su lugar se instaló otro comercio del ramo regentado por “Las Cartelle”, al que sucedió “La Tienda”, tal y como se anunciaba por Radio Ribadavia, propiedad de Amelia Fariña que “petada” de mercancía, competía con la de Orosia Touza, en frente. El sector de la moda siguió representado en la calle por  Petronila Fernández, con su prestigioso taller de costura, y en la misma acera, el hojalatero Clarín, “remendaba” las tarteras y componía candiles. La taberna de “La Chancas” ofrecía los días de feria un sabroso menú cocinado por Carmiña Escudero, la propietaria, consistente en callos, de primero, seguido de carne asada, todo regado con el excelente “vino de la casa” procedente de la soleada viña de san Lázaro.  

Con el discurrir de los años e igual que en otras muchas poblaciones, el centro de gravedad comercial cambió de lugar y de aquellos establecimientos que llenaron esta arteria de dinamismo, solo permanece el estanco de la señora Juana, quien junto con el tabaco despachaba también el riquísimo chocolate elaborado por su marido, el señor Francisco O Chocolateiro. En el pasado  este vial cambió otra vez de nombre, llamándose durante la II República Pi y Margall. Hoy sigue perpetuando a don Adolfo y en la placa que lo evoca, figura con afán historicista y toda razón, el nombre de La Judería, pero no consta el adecuado de La Central, pues une la plaza más antigua de la Villa, La Magdalena, con la más grande e importante, la Mayor, que por aquellas fechas y coincidiendo con la vuelta al trono de los borbones en la persona del hijo de Isabel II, se llamaba Plaza de Alfonso XII.

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