La micología constituye todo un viaje a un mundo de enorme belleza y de un gran valor gastronómico, pero al mismo tiempo, atenazados por la sospecha de que cualquier error puede resultar muy peligroso para la salud.

Entre la belleza y la sospecha

Visitantes a la exposición que 'Os Cogordos' organizó en el Liceo. (Foto: JOSÉ PAZ)
Las setas, un mundo apasionante para los amantes de la micología, plagado de sensaciones e historias fascinantes, pero que también esconden secretos peligrosos que pueden costar muy caros a los neófitos y a los que arriesgan en exceso. Los salones del Liceo de Ourense acogieron a lo largo de la jornada de ayer una cita ya tradicional con este mundo, la exposición anual de cogomelos que organiza la asociación Xuntanza de Micólogos 'Os Cogordos'.
Perfectamente dispuestas sobre los mostradores docenas de pequeñas cestas presentaban a los visitantes setas de todas las variedades, formas y colores. José Luis Rico Simal, presidente de 'Os Cogordos' relata como el pasado sábado, medio centenar de miembros de la asociación se repartieron por zonas limítrofes del municipio para recogerlas. Luego vino el proceso de selección y su colocación minuciosa en las cestas. Estas van identificadas con tarjetas de tres colores: las de color verde son comestibles, las amarillas no tienen valor culinario y las rojas se corresponden con las tóxicas o venenosas.

José Luis Rico Simal señala que este año se han producido tres muertes en España por consumir setas peligrosas. 'En Ourense no se dio ningún caso grave, pero sí muchos dolores de estómago. Nosotros trabajamos para que esto no ocurra; les enseñamos a identificar las distintas variedades y les aconsejamos: en cuanto tengan la menor duda, que no las coman, porque todas las comestibles tienen algún 'doble'. Y además, aunque se identifiquen perfectamente, es conveniente probar antes una pequeña proporción, pues ejemplares que a la mayoría no le generan problema alguno, puede haber personas cuyo organismo no las tolere', aclara.

Muchos aficionados comentan que este año es excepcional para las setas, aunque José Luis Rico discrepa: 'No es excepcional, sino raro. Las lluvias llegaron tarde, a principios de octubre y luego salieron muchas setas, pero de pocas especies. Ahora estamos en un momento bajo, pero ya comienzan a tomar el relevo nuevas especies'.

El debate de la comercialización también flota en este ambiente de la micología. Rico Simal reconoce que es así, que se mueven muchos millones de euros en dinero 'negro'. 'Pero esto fue siempre así. Yo recuerdo que en los años 80 familias enteras partían desde Ourense hacia Monterroso a coger setas para venderlas; incluso se llevaban a sus hijos, que no iban en esas fechas al colegio, para sacar un dinero', señala.

La inmensa mayoría de los que salen al monte son aficionados que recolectan para consumo propio. Luego están los que recogen para venderlas, a comercializadores que las harán llegar a mercados tradicionales como Cataluña o País Vasco. Y luego hay los que intentan venderlas a particulares y establecimientos hosteleros. La crisis económica y el paro hace que salgan al monte muchas más personas con la intención de comercializarlas. Es difícil calcular lo que se puede ganar, porque los precios varían mucho de una especie a otra y no son fijos, sino que oscilan en función de la abundancia, pero sí es cierto que constituyen un ingreso extra para muchas personas.

Pero el auténtico peligro para este mundo es la recolección 'salvaje' que se practica a veces. 'Grupos organizados que arrasan con todo lo que se encuentran y utilizan todo tipo de utensilios, dejando el monte seriamente dañado para las temporadas posteriores', señala José Luis Rico, quien recuerda que días atrás en la provincia de Zamora fue detenido un grupo de rumanos que habían arrasado varios pinares en aquella provincia y transportaban centenares de kilos de níscalos en furgonetas.

Para poner coto a esta situación, algunos ayuntamientos, como Riós y A Veiga, comienzan a regular esta actividad y a expedir permisos para recolectar, que suelen ser muy baratos para los residentes y más elevados para los comercializadores, lo que reporta ingresos a las arcas municipales y permite defender el monte.

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