El director Mario Iglesias y los actores Eloisa Dorsi y Atilano Franco presentaron la cinta Cartas italianas, único largometraje gallego que participa en la sección de competición del Festival. El filme se verá las caras con otros 20 largometrajes apostando por su calidad y por su estética poética.
La película Cartas italianas es el único largometraje gallego que participa en la sección oficial de competición del Festival de Cine de Ourense. El filme, que se exhibió ayer a las 20.30 horas en el Auditorio, competirá con otros 20 largometrajes de distintas nacionalidades, apostando por su calidad y por su estética poética. Así lo explicó ayer su director Mario Iglesias, quien presentó la película dentro de la actividad Encontros co público, junto a los actores Eloisa Dorsi y Atilano Franco y la productora Isabel Rey, de la compañía Artefacto Producciones.
Cartas italianas narra el encuentro entre dos mundos opuestos desde una perspectiva poética. Por un lado, el mundo de Eloisa, una fotógrafa italiana que por motivos de trabajo llega a isla de La Palma, y por otro, el mundo de Atilano, un narcotraficante gallego que va a parar al mismo lugar para expandir el tráfico de cocaína.
Iglesias explicó que el principal mensaje de la cinta es ofrecer al espectador un cuento poético con una estética narrativa. Respecto a la filmación, aclaró que en ningún momento siguieron un guión establecido, pues el rodaje se basó en la improvisación sin anticiparse a lo que iba a suceder, y sin olvidar el argumento principal.
Respecto a ello, los actores Isabel Rey y Atilano Franco explicaron que la ausencia de un guión, les permitió ser mucho más libres, otorgándoles un formato experimental para poder expresar sus ideas colaborando en el propio desarrollo de la historia.
El audiovisual vive aquí una época de renacimiento
Mario Iglesias, (Pontevedra, 1962), director de Cartas italianas, comparte su experiencia en el Festival de Ourense y reflexiona sobre el futuro del audiovisual gallego. Iglesias es licenciado en Bellas Artes, comenzó su carrera cinematográfica a finales de los 90 en el mundo del cortometraje. A partir del 2005 fundó su propia productora Matriuska Produccións, especializada en largometrajes. En el 2006 dirigió la película De bares y en el 2007, Catalina.
¿Qué representa ser el director del único largometraje gallego en la sección oficial del Festival?
Lo más satisfactorio es que la cinta haya sido seleccionada, pues existen películas internacionales de gran calidad. Espero que el público vaya a verla, y serán los propios ourensanos los que decidirán si la película cumplió con sus objetivos.
¿Qué opina del certamen ourensano?
Ya había estado hace dos años. Se nota que el Festival ha subido su categoría. El que Galicia cuente con un festival así es algo que se debe apoyar y fomentar para que siga creciendo.
¿Qué situación vive el audiovisual gallego?
Vivimos en una especie de collage de ideas, en el que muchos temas rondan nuestras historias. Creo que deben de pasar varios años para asentarnos en un verdadero estilo gallego. Tiene que llegar un grupo de jóvenes destacados, que se reúnan y hagan productos conjuntos bajo una misma línea, definiendo así lo que es la nueva tendencia del audiovisual gallego, que por ahora está en una época de renacimiento.
¿Falta apoyo institucional?
Creo que no. El problema de los cineastas gallegos recae en la dificultad para distribuir sus películas, y no en la falta de medios para la producción. El problema tampoco está en el surgimiento de nuevos valores, pues existen, y cada vez más.
Cartas italianas narra el encuentro entre dos mundos opuestos desde una perspectiva poética. Por un lado, el mundo de Eloisa, una fotógrafa italiana que por motivos de trabajo llega a isla de La Palma, y por otro, el mundo de Atilano, un narcotraficante gallego que va a parar al mismo lugar para expandir el tráfico de cocaína.
Iglesias explicó que el principal mensaje de la cinta es ofrecer al espectador un cuento poético con una estética narrativa. Respecto a la filmación, aclaró que en ningún momento siguieron un guión establecido, pues el rodaje se basó en la improvisación sin anticiparse a lo que iba a suceder, y sin olvidar el argumento principal.
Respecto a ello, los actores Isabel Rey y Atilano Franco explicaron que la ausencia de un guión, les permitió ser mucho más libres, otorgándoles un formato experimental para poder expresar sus ideas colaborando en el propio desarrollo de la historia.
El audiovisual vive aquí una época de renacimiento
Mario Iglesias, (Pontevedra, 1962), director de Cartas italianas, comparte su experiencia en el Festival de Ourense y reflexiona sobre el futuro del audiovisual gallego. Iglesias es licenciado en Bellas Artes, comenzó su carrera cinematográfica a finales de los 90 en el mundo del cortometraje. A partir del 2005 fundó su propia productora Matriuska Produccións, especializada en largometrajes. En el 2006 dirigió la película De bares y en el 2007, Catalina.
¿Qué representa ser el director del único largometraje gallego en la sección oficial del Festival?
Lo más satisfactorio es que la cinta haya sido seleccionada, pues existen películas internacionales de gran calidad. Espero que el público vaya a verla, y serán los propios ourensanos los que decidirán si la película cumplió con sus objetivos.
¿Qué opina del certamen ourensano?
Ya había estado hace dos años. Se nota que el Festival ha subido su categoría. El que Galicia cuente con un festival así es algo que se debe apoyar y fomentar para que siga creciendo.
¿Qué situación vive el audiovisual gallego?
Vivimos en una especie de collage de ideas, en el que muchos temas rondan nuestras historias. Creo que deben de pasar varios años para asentarnos en un verdadero estilo gallego. Tiene que llegar un grupo de jóvenes destacados, que se reúnan y hagan productos conjuntos bajo una misma línea, definiendo así lo que es la nueva tendencia del audiovisual gallego, que por ahora está en una época de renacimiento.
¿Falta apoyo institucional?
Creo que no. El problema de los cineastas gallegos recae en la dificultad para distribuir sus películas, y no en la falta de medios para la producción. El problema tampoco está en el surgimiento de nuevos valores, pues existen, y cada vez más.
