POBLACIÓN

Cerca de 150 familias sobreviven en poblados chabolistas de la provincia

photo_camera La caída de la venta ambulante por la crisis y los controles policiales más estrictos ha complicado sus condiciones de vida.

La caída de la venta ambulante por la crisis y los controles policiales más estrictos ha complicado sus condiciones de vida 

La realidad social y urbana de muchos puntos de la provincia continúa marcada por el chabolismo. La presencia de asentamientos a las afueras de varias localidades ourensanas suele estar vinculada a unas condiciones de insalubridad y delincuencia, una apreciación errónea, teniendo en cuenta que las familias que habitan en estas chabolas reciben un importante apoyo institucional que está dignificando sus condiciones de vida.

Principalmente, estas actuaciones tienen como ejecutores directos a los concellos, que operan a través de una línea de subvenciones de la Consellería de Benestar para la puesta en marcha de programas enfocados especialmente hacia el colectivo gitano en su conjunto. Estas políticas tienen que ver con la intervención social, y son puestas en marcha de acuerdo con los criterios fijados por cada municipio.

Poca presencia en la ciudad

Así, en la ciudad se contabilizan, de acuerdo con los registros del Concello, un total de 18 familias que en estos momentos habitan en asentamientos, distribuidos entre A Cabeanca –en la parroquia de Beiro– y los barrios de O Vinteún y Mariñamansa. Los datos municipales indican que las familias que habitan en estos campamentos son de etnia gitana y se dividen en cuatro de origen español y 14, luso. Estas últimas viven en estos poblados en viviendas de diversas condiciones, como chabolas propiamente dichas, caravanas, galpones e incluso un camión.

La concejala de Asuntos Sociais, Sofía Godoy, apunta que, no obstante, también hay familias que habitan viviendas unifamiliares "y que viven en condiciones tan malas como si fuesen chabolas". La caída de la venta ambulante, bien por la crisis, bien por los controles más estrictos, "ha hecho que estas personas vivan con más apuros que antes". "Antes, negocios como la chatarra les ayudaban a subsistir, pero la situación es más complicada en estos momentos y se ven obligados a vivir de las ayudas sociales", resume la edil.

Sin embargo, estos poblados se están desprendiendo progresivamente de cualquier carácter de marginalidad. "Ahora viven de forma integrada y normalizada, como unos ciudadanos más", comenta Godoy, que destaca que la convivencia en estos campamentos "es mucho más pacífica que años atrás", gracias al control policial y a la mayor integración recíproca entre sus habitantes y los de su entorno. "Se está respetando mucho más la cultura y las costumbres gitanas", afirma la concejala de Asuntos Sociais.

Sobre este cometido pivotan las actuaciones puestas en marcha a nivel municipal con la financiación de la Xunta. "El objetivo es incentivar la convivencia y la inclusión social", señala, comprometiéndose a convertirla "en una prioridad del nuevo gobierno local". Entre las líneas generales de este apoyo a las etnias minoritarias se encuentran "la normalidad, la integración y la igualdad". También el trabajo en materia de formación y de erradicación de adicciones, cada vez menos presentes.

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