La historia de la Casa Consistorial -en la que el consistorio o corporación municipal cumple (o debería cumplir) su misión de hacer la vida de los ourensanos más cómoda, hermosa y justa- es un tanto rocambolesca.

Un edificio con mucha vida y una historia rocambolesca

Vidrieras que pueden ver los orensanos desde el patio central del edificio.
Situada en la denominada 'plaza de la República Federal', corría el año 1873 cuando el interior del edificio se derrumba, dejándolo tan inservible que los funcionarios tendrán que ser trasladados primero al número 18 de la calle de San Miguel, y posteriormente a la última planta del Hospital de San Roque, situado en la calle del Progreso, propiedad de la Diputación. Mientras tanto, se hace un proyecto de nuevo edificio con fachadas a la plaza, la calle Barrera y la de la Corona.
La fachada será de granito de Quintela; la cal, de Lugo y Portugal; las maderas, de roble, castaño, pino y nogal (todas cortadas dos años antes de su uso, se especifica) para la planta noble del edificio.

Como suele suceder en las obras públicas, antes de finalizar la obra hay que hacer un aumento en el presupuesto, de 25.000 pesetas primero y otra de 23.743 pesetas después, para hacer la escalera central de nogal, vivienda para el portero en el desván e instalar una vidriera de 16 metros dividida en 18 cuadros, a 60 pesetas el metro cuadrado. En 1890 se acaba la obra y comienza la decoración. El arquitecto municipal, Queralt, hace el proyecto de decoración del salón principal por un total de 15.000 pesetas, que realiza un decorador de Bilbao al ganar el concurso. También saldrá a concurso la decoración del despacho del alcalde y el artesonado del vestíbulo, que será pintado imitando madera. En 1914 se instalan teléfonos y se sustituye el retrato de la reina regente María Cristina por el de Alfonso XIII.

El edificio sigue viviendo reformas y añadidos. En 1945 se añade un piso retranqueado y la vivienda del conserje, con tres dormitorios. La obra corre a cargo del constructor Emilio Suárez y del aparejador Rafael Jorreto, con proyecto del arquitecto Mariano Rodríguez Sanz. Se instalan claraboyas y se reparan las ya existentes, en total: 90.000 pesetas. En 1948 se renuevan las lámparas y se compran alfombras de nudo a la fábrica Compostela, la única que había en Galicia. Ese año se coloca una vidriera de La Belga, con el escudo de la ciudad, y se instalan 28 timbres en toda la casa.

Este es sin duda el edificio institucional más abierto al ciudadano, que se ve obligado a visitarlo para solucionar múltiples cuestiones de su vida cotidiana. Además, grandes acontecimientos de la historia de la ciudad lo tuvieron como protagonista. Desde su balcón se pronunciaron discursos, allí se recibe todos los años a los Reyes Magos, a visitantes extranjeros, a orensanos triunfadores o que tienen algo que exponer o de qué quejarse; desde ese balcón se proclamó la República y se leyó la declaración de la guerra civil.

Pero nadie tuvo el privilegio que en 1901 disfrutaba la escritora doña Emilia Pardo Bazán. Visitante asidua de Carballiño, de donde procedía la familia de su marido, doña Emilia asistía en esa fecha a los primeros Juegos Florales de la provincia. Para su comodidad, se habilitó para ella un dormitorio en el que pasó varias noches. Allí recibió a un grupito de alumnos del instituto que le ofrecían su homenaje. Entre ellos estaban Florentino Cuevillas, Ramón Otero Pedrayo y Luis Temes, cuyo brillante futuro no sospechaba doña Emilia.

La Casa Consistorial orensana se ha quedado dramáticamente pequeña. Si los ciudadanos quisieran ejercer su derecho a asistir a los plenos municipales, lo tendrían difícil por falta de espacio, un bien escaso también para sus señorías. Durante gran parte del siglo XX, la dirección postal de la Casa Consistorial fue la de la plaza de la Constitución, nombre que ni siquiera el franquismo alteró. Tontamente, un alcalde de la democracia tuvo la torpeza de cambiar la plaza de nombre y retirar la placa de cerámica llena de contenido ciudadano.

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