CRÓNICA

El viaje, a caballo, como antaño

<p></p>
photo_camera Parte del grupo de jinetes, mientras cruzaban el Puente Viejo.

Una comitiva de peregrinos muy especial recorrió la capital ourensana durante la mañana de ayer, ante la atenta mirada de los vecinos. Doce jinetes atravesaron la ciudad en su viaje hacia Santiago de Compostela. 

El Puente Romano rebobinó varios siglos en el tiempo durante la jornada de este martes. Pasadas las diez de la mañana, una comitiva de doce personas montadas a caballo cruzaba desde el centro de la ciudad hacia el barrio de A Ponte. Los vecinos se quedaron sorprendidos ante la estampa y más de uno quiso saber cuál era el motivo del paseo equino.

El grupo de jinetes, formado por amigos de Granada, Irún, Ávila y Madrid, realiza rutas desde hace años por diferentes etapas del Camino de Santiago, organizadas por Rafael González Tejado. "Los caballos vienen desde mi escuela de equitación de Hoyos del Espino, en Ávila, en plena Sierra de Gredos", explica González. Él dirige recorridos equinas por diversas vías míticas de España, como el Camino del Cid o del Quijote, entre otras. "Nuestra pasión es recorrer espacios naturales montados en el caballo", añade.

La filosofía del grupo abarca, además de disfrutar del entorno natural y conocer lugares, la experiencia física y emocional del recorrido. "Viajar es desplazarse sintiendo el camino, es decir, cuando vas a caballo lo sientes desde que empiezas hasta que acabas", comenta.

En esta ocasión, la aventura comenzó el pasado domingo, y partió de la localidad verinense de Laza para llegar a Santiago este sábado. "Aquí combinamos la afición a la naturaleza y a la equitación con la idea de hacer un Camino histórico y cargado de tradición y espiritualidad", apunta González.

Cada día, los jinetes realizan una media de siete horas, salvo excepciones. Por la mañana, como todo peregrino experimentado, madrugan para realizar la mayor parte del esfuerzo del día. Si la orografía lo permite recorren alguna zona a galope y, siempre que pueden, paran en los pueblos para tomarse algo, ver los monumentos y charlar con los lugareños. El día se termina cuando llegan a algún lugar donde puedan quedarse los caballos durante la noche.

El lunes, los animales durmieron en Seixalbo, donde una vecina les dejó una finca. "Cuando montamos en ellos nos convertimos en caballeros medievos pero cuando llegamos por la tarde al hotel somos modernos viajeros que duermen en una habitación con todas las comodidades", explica. Así que el grupo se desplazó hasta el centro de la ciudad ,después de dejar en reposo a los animales, para probar la gastronomía de la zona y conocer la ciudad. "Estuvimos en las termas y después cenamos en una pulpería donde probamos un poco de todo, una cena especial, sobre todo para los castellanos que no tenemos mar", señala. González nunca había estado en Ourense, y se va con buen sabor de boca: "El casco antiguo me pareció maravilloso con esas iglesias, los edificios y palacetes y la fachada del Concello".

¿Sufren agujetas después de cabalgar durante horas? "No, somos tan experimentados que no tenemos agujetas", se ríe. 

Te puede interesar