Pasó lo que pasó | Hermosos campos, sí, muy “ermos”

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El análisis de la semana en Ourense, de la mano de Antonio Nespereira

 

Antonio Nespereira ofrece su visión de lo que ha sucedido en Ourense a lo largo de esta semana.

Hay que aplaudir

Salía un consumidor del Mercadona con las bolsas atiborradas de productos Hacendado, la marca blanca del imperio del señor Roig. Podría ser cualquier otra enseña, que conste. Estaba contrariado por lo de la inflación alimentaria y esas cosas, maldiciendo que su maltrecha economía le obligaba a llenar el carro de marcas blancas. Se quejó de que alguien se estaba forrando con el precio de los plátanos y pensó en los distribuidores de los de Canarias mientras en la cesta echaba banana de la Costa de Marfil, farfullando que no se apoyaba al campo español. Maldijo lo que pagó en caja y al salir delante de sus narices pasaban decenas de tractores, evidenciando que están hasta las criadillas. Este consumidor, sensible los lunes, miércoles y viernes a estas cosas, dejó las bolsas de la comida en la acera y aplaudió hasta que le dolieron las manos. Luego, al tener las palmas muy coloradas, levantó el pulgar en señal de solidaridad con el tractorista que cabalgaba en su John Deere. Si es que así no hay quien viva del campo y todo queda sin cultivar, reflexionó para sus adentros, muy contrito por la situación. Acalló su conciencia con esos gestos solidarios, que tienen la realidad de las sombras chinescas contra la pared. Se sintió satisfecho, pero en el fondo supo que había hecho la del que se santigua cuando sale del burdel.

Los niños sin clase

Pensábamos que los tractores iban a entrar en la ciudad como las tribus germánicas, pero lo hicieron como dominicos evangelizadores. Hasta el subdelegado del Gobierno escapó por una puerta lateral, pero luego recapacitó. Solo le faltó decir lo de Fraga cuando fue increpado en un acto público en Santiago en el 2003: “¡Que pasen los antidisturbios!”  La gente en la ciudad se quedó pasmada porque vio que esas máquinas que salen en la tele estaban en su calle. No anduvieron finos en los colegios, debieron suspender las clases y llevar a los niños a ver de cerca un ganadero y un agricultor. Eso sí, a una distancia prudencial, no sea que se espanten al ver sus manos encallecidas y las cuencas de los ojos profundas por el cansancio y el insomnio. Los tractores formaron parte del paisaje urbano unos días, una atracción aparcados en Juan XXIII. Ahí muchas simpatías no encontraron porque alguna máquina olía un poco a bosta. Además, lo tuvieron difícil los Audi Q7, BMW X5 y el Mercedes GLC para salir de los garajes y llevar a los niños a los lejanos colegios de Maristas, Salesianos y Carmelitas para poderlos dejar en doble fila. A coches y a niños.

Mando a distancia

Lo nuestro con el medio rural siempre ha sido muy convincente. No hay más que analizar lo que sufrimos en el verano cuando los incendios. Es que se nos abren las carnes cuando en el telexornal vemos como arde Monterrei o Riodolas, en Carballeda de Valdeorras. Qué pena, exclamamos bajo el ventilador y bajándonos un vermú. Deberían arder todos los incendiarios como San Lorenzo, sentenciamos, víctimas de un repentino ataque de sensibilidad medioambiental. En la mano, el mando a distancia se cae al quedarnos dormidos en la siesta, mientras en la tele una señora lleva un cubo de agua para poner a raya las llamas. Como quien mea en el naciente del río para acabar con la sequía. Al atardecer llega el chaval cansado y con el uniforme de brigadista lleno de hollín. Fue un día duro, comentó en casa con los progenitores. Bueno, y menos mal que arde todos los años para ir tirando con los contratos de temporada. Sobre mil pavos. Menos da el curro en la leira.

Unas viñetas

Solo mentes descarriadas como las nuestras obvian las oportunidades del rural. Ya lo dicen todas las xuntas y todos los gobiernos centrales: esta va a ser la legislatura del rural. Lo afirman con la misma convicción de aquella viñeta del Carrabouxo: “Hermosos campos”, decía un orondo patriarca mirando al horizonte. “Certo, ermos os campos”, respondía el personaje de Xosé Lois. Summers, en la revista Hermano Lobo, allá por 1973 (lo siento por los que hayan nacido después), recreaba este diálogo entre dos personas: “Yo comprendo que suba la gasolina por la guerra de Israel esa, pero el aceite…”, decía uno. El otro respondía: “Es que seguro que será del Huerto de los Olivos”. Ya entonces.

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