ENTREVISTA

Magüi Mira: “La vida es siempre compromiso, y más vale ser consciente de ello"

La obra teatral “El discurso del Rey”, adaptación del texto de David Seidler, llegará el domingo al Teatro Principal, a las 19,00 horas

La obra teatral “El discurso del Rey”, adaptación del texto de David Seidler, llegará el domingo al Teatro Principal, a las 19,00 horas, bajo la dirección de la también actriz Magüi Mira, para quien el éxito es "sumar la emoción y el pensamiento y lograr zarandear al espectador".
 
¿Qué le atrapó de este texto?
Lo descubrí antes que la película en Helsinki y me di cuenta de que, a pesar de que era un idioma que no entendía, podía zarandear el pensamiento y el corazón de los espectadores, que es al final lo que yo busco. Porque este texto nos habla de muchas cosas que a mí me interesan.

¿Por ejemplo?
Primero, cómo el poder tiene muy poco recorrido. No tiene futuro, es presente, porque no sabes lo que va a ocurrir después. La gente tiene el poder, bien por las urnas o por un decreto divino como en este caso el monárquico, que no es más que una tradición medieval que todavía no se sabe muy bien por qué sostenemos. Aquí se cuestiona la monarquía. Para mí es importante esa reflexión, y más siendo totalmente republicana. Otra de las cosas que me fascinó es que refleja el poder de las mujeres. Tanto Jorge VI como su hermano dependían absolutamente de la cabeza, el cerebro y la energía de Isabel y de Wallis. Y ya que hoy todavía cultivamos esta desigualdad, no hay más que ver cómo aquí la reina siempre está un paso por detrás del rey, me gusta mucho cómo la obra muestra a estos dos hombres dependientes de la inteligencia de estas mujeres, que son la cara y cruz de la misma moneda. Finalmente, es un texto rico que nos habla de nosotros mismos, de este paisaje de Europa que tenemos hoy y que podría ser distinto. Me gusta valorar el destino de la gente y cómo la decisión de un segundo cambió la foto de Europa entera.

¿Reflexionamos poco y engullimos todo con demasiada rapidez?
Yo diría que no engullimos casi nada. Una de las cosas que muestra la obra es cómo apareció el gran poder de la palabra con la radio. Tanto el poder económico, como el político y el social, se dieron cuenta de que la palabra, metida en la casa de sus consumidores, era fundamental. En ese momento, sí se reflexionaba, pero ahora estamos en el momento de la imagen, que muchas veces enmascara y no es más que una cortina de humo. No quiero ver a un político o política bailando, quiero que me cuente lo que va a hacer y que lo cumpla.

¿Hemos desvirtuado el poder de la palabra?
Claro, sí. La palabra ahora tiene muy poco pensamientos, es teatral porque finge, no es verdadera. En teatro todos sabemos que lo que pasa en el escenario es mentira, aunque hagamos que parezca verdad. Hay un código. Pero ahora, muchas veces, la palabra está hueca. Los debates políticos de estos días, por ejemplo, ponen el foco en el espectáculo, en el show, y no en  una palabra honesta y con verdad.


¿El teatro debe ser comprometido?
Es que el teatro, la vida, es compromiso, aunque no queramos. Desde el periódico que abres, lo que comes, el libro que compras o no, todo es compromiso, y el primero contigo mismo. Todo tiene una repercusión, no vivimos aislados. La vida es compromiso, es inherente. Entonces más vale ser consciente de ello y comprometerte con lo que tu cabeza quiere.

¿Qué le aporta la dirección frente al trabajo de actriz?
Trabajar como actriz me alimenta para poder dirigir, porque yo sé lo que es ser actriz, sé el vacío del que se parte y el gran poder de creación de un intérprete. Sé que podemos tener un texto maravilloso, y como directora tener ideas estupendas, pero si no hay unos actores que viajen conmigo, que se enamoren de mi propuesta, no tengo nada que hacer. Hablo de enamorar, porque no dirijo imponiendo. Eso lo he aprendido porque he tenido que soportar directores muy déspotas y he comprobado que en la crispación y en el bloqueo no se puede crear. Como directora tengo el enorme privilegio de poder contar una historia desde mi cerebro de hembra de 71 años, que me hace diferente, no mejor ni peor. Cuento la historia como yo la leo y la entiendo, y eso es un privilegio.

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