Los motores que calientan Oira

OURENSE 20/1/2018, Oira, foto Gonzalo Belay
photo_camera La zona de Oira contigua a la de Velle, un punto muy concurrido para encuentros homosexuales.

La zona de Oira contigua a la central de Velle es un punto muy concurrido para encuentros homosexuales entre desconocidos. El ambiente, tranquilo, y el silencio en el entorno del aparcamiento es sepulcral. 

Cuatro coches permanecen impasibles en una zona de aparcamiento en plena noche de jueves. El ambiente empieza a encenderse. Un BMW arranca y apaga el motor cada dos minutos. Un Golf cercano hace lo propio cada cinco minutos y da una vuelta rápida de reconocimiento para quedarse al final en el sitio inicial. Dos coches llegan juntos y se ponen en paralelo. Uno de los hombres baja y se enciende un cigarro, al poco rato desaparece entre la oscuridad de los matorrales. Al poco tiempo otro, mucho más joven, regresa de la misma zona y se mete en el coche, aparcado en este lugar y sale escopeteado.

Es la zona de Oira contigua a la central de Velle, punto muy concurrido para encuentros homosexuales. El ambiente es tranquilo y el silencio en el entorno de aparcamiento, sepulcral. Coches vienen y van y se intercambian posiciones entre el parking del mirador y el del pabellón polideportivo, mucho más íntimo. Cuando surge la chispa, o bien un coche va detrás de otro, o bien se dirigen hacia un camino entre matorrales que discurre paralelo a la central y que desemboca en un romántico embarcadero.

"Ante todo hay respeto", indican. "Aquí no se fuerza a nadie y hay que aceptar que se puede ser rechazado", puntualizan. También hay mirones curiosos, confiesan. A veces bienvenidos, en muchas ocasiones "resultan descartados", explican. .

Un Citroen C3 recorre de arriba a abajo la zona de Oira desde la central hasta la rotonda que dirige ya en dirección hacia Barra de Miño. Aquí hay otro punto fuerte: un bosque de carballos con explanada para aparcar los vehículos. La intimidad de los matorrales parece propicia y la acumulación de vehículos hace presagiar diversión a raudales en su interior. Los restos de preservativos en el entorno son buenos testigos de que en la zona hay tomate.

Mientras, en Oira un coche blanco se sitúa delante de un BMW que lleva durante más de media hora encendiendo y apagando la luz del interior (dicen algunas guías cruising que es un código para mostrar disponibilidad). Le muestra las luces de freno hasta en seis ocasiones y arranca. Ha funcionado. El BMW enciende el motor y toma camino detrás de él.

Se dirigen a otro de los puntos calientes. Tal vez consideren que estarán más tranquilos. Y así parece. Es la zona de la estación de Bombeo a orillas del Miño, en la desembocadura del río Loña. Bajo el puente, ya en pleno parque de A Lonia, decenas de plásticos de preservativos por los alrededores parecen indicar que algo se mueve. Dicen que a diario.

Los dos coches que llegaron juntos se sitúan uno detrás de otro. Nadie se mueve. Durante media hora se observa a ambos con la cara iluminada por la pantalla del móvil en el interior de sus vehículos. Puede que estén contactando por alguna aplicación de ligoteo entre personas del mismo sexo.

En este intervalo, hasta cuatro vehículos se desvían de la N-120 a esta explanada. Todos siguen el mismo modus operandi: pasean lentamente pegados a los coches aparcados, se supone que para visualizar bien a sus posibles romances fortutitos y actúan. Dos de ellos no lo dudan y se van de la zona. Los otros dos clavan luces de freno durante varios segundos y de forma intermitente. Nadie responde. Se van, saben que hoy no toca fiesta en esa zona.

Los dos que llegaron al principio lo tienen claro. Uno baja y se pone a caminar entre el paisajee sombrío de la noche hacia la pasarela de Oira. Otro baja del coche poco después, cuando al primero ya se le pierde la pista. Saben perfectamente a dónde se dirigen. Antes de llegar a la pasarela, se dibuja un camino que, entre un frondoso bosque, conduce a un molino en pleno Miño. Es un lugar idílico, alejado de miradas furtivas e indiscretas desde el paseo, aunque no exento de mirones desde la playa de Oira.

Dentro del molino, restaurado y abierto 24 horas, los fines de semana y las tardes de verano se convierten en un frenesí de sensaciones. El caminito está plagado de profilácticos usados, pero el interior del molino y las inmediaciones están en buen estado. Se ve que a los que lo usan les gusta cuidarlo. Porque el sexo al aire libre y con desconocidos no tiene por qué ir ligado, o no deberían, a la falta de higiene.

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