El ángulo inverso

Pólvora de la mañana

JUEVES, 10 DE FEBRERO

Ayer un viejo periodista me recordó la anécdota. Yo ya la había escuchado hace años y la tengo por cierta, aunque muchos la tratan como una leyenda. Te cuento de Enrique Reza, el fotógrafo de La Región de toda la vida. El dictador Franco había venido a Ourense en cuatro o cinco ocasiones. Inauguró el embalse de Las Conchas o la vía férrea Zamora-Ourense entre otras visitas. Lo cierto es que aquel día la ciudad estaba llena de policías y en la carretera cada doscientos metros había dos guardias civiles. Como es natural, el periódico encargó a Reza unas fotos poderosas para la primera página. Con que iba caminando el general ferrolano y justo cuando pasaba por un montículo, Reza trató de fotografiar la imagen pero algo falló. Entonces, con su humildad y candidez de siempre, acostumbrado a la cercanía de los políticos locales, le dijo a Franco con respeto “Excelencia, ¿podría dar un paso atrás sobre el montículo?”. Mi amigo periodista me jura y perjura que es cierto, porque él tenía el encargo de escribir el reportaje. El general ferrolano lo miró y se situó en el montículo. Hizo la foto y es bien cierto que alguien de la comitiva que iba al lado del general dijo en alto “Es la primera vez que el caudillo da un paso atrás”.

Ya escribió Chicho Outeiriño sobre aquella extraordinaria redacción de La Región en los años sesenta. Entonces, el periódico lo dirigía su padre, el inolvidable Ricardo Outeiriño. Recuerdo bien, Chicho y yo hacíamos nuestros primeros pinitos en el diario. Y Enrique Reza era el fotógrafo oficial del periódico. A lo largo de varias décadas fotografió todos los eventos, desgracias y días de gloria de la ciudad. Era muy humano y muy querido por todo el mundo. Mi amigo y yo recordamos que el fotógrafo tenía que cubrir a veces dos o tres actos a la vez, cuando en algún evento el alcalde o algún político inauguraba una obra o así. Era bastante habitual que el político preguntara “¿Llegó el Reza?”. “Todavía no, señor”. “Entonces esperamos hasta que llegue”. Con frecuencia llegaba muy tarde cuando todo acababa y Reza les decía candoroso “Imos repetilo se fan o favor. Póñanse onde estaban, e vostede co papel diante”.

Ay, Reza, aquellos días de septiembre de 1975 fueron días muy tristes para España. En juicio sumarísimo, sin admitir defensa y lleno de trampas, iban a ser fusiladas cinco personas, tres miembros de ETA y dos del FRAP. Ay, eran los tiempos de ‘Al alba’, de Luis Eduardo Aute. “No te destroza amor mío, / esta silenciosa danza / maldito baile de muertos, / pólvora de la mañana”. 

La mayoría de gobernantes y presidentes del mundo escribieron rogándole al general contra la pena de muerte. Incluso el papa por medio del cardenal Tarancón, rogó con insistencia que no llevase adelante la trágica acción. Ourense, entonces estaba lleno de vida, de artistas y escritores. Eso de la Atenas galaica no era para nada desacertado. Entonces, Jaime Quessada que de alguna manera lideraba las camadas antifranquistas de la ciudad, decidió encerrarse con los suyos en la catedral como protesta a la criminal acción. Enseguida el director envió a Reza para retratar lo que ocurría. Conque llega él, inocente, y antes de hacer la foto les pregunta sorprendido por qué se habían encerrado en la catedral. Jaime Quessada le dice un poco enojado “¿Cómo é que non o sabes? Van morrer cinco persoas fusiladas polo réxime do xeneral Franco”. Así fue, todo sucedió rápido, el fotógrafo sólo dijo “Matar non se pode matar a ninguén. Abre a porta, quédome ahí con vós”. El director se desesperaba porque no llegaba la foto y allá a muy última hora, rozando el cierre de la redacción, llegó Reza sudoroso con la foto. Ni el director ni el redactor jefe le dijeron nada.

Hay que joderse, hace nada Isabel Díaz Ayuso, presidenta de la Comunidad de Madrid, afirmó sobre los largos años del franquismo “Mis abuelos eran de Castilla y León, y a mí nunca me hablaron de la guerra civil porque querían que creciese libre de odios y como una mujer libre e independiente”. Julián Casanova, catedrático de historia, le contestó “Incluso acabada la guerra, en la paz incivil de Franco, los vencedores ajustaron cuentas con los vencidos. Los millares de muertos que yacen en las cunetas también guardan silencio”.

En la tertulia hablamos de aquellos crueles días de septiembre de 1975. “¿Dónde estábamos entonces?” Cada uno de nosotros cuenta lo suyo, la mayoría estudiaba en Santiago, éramos una generación combativa. El profesor dice “Santiago ardió aquellos días. Cerraron las facultades, hubo violencia y material antidisturbios en las calles. Recuerdo al Príncipe Galín que había llegado a Santiago después de vivir el mayo del 68 en París. Allí en el literario café Derby, Galín enseñó a los suyos algunas técnicas de resistencia que él aprendió en aquel mítico mayo parisino”.

Me toca a mí “¿Por dónde andaba yo? ¿Me preguntas? Allí estaba en medio del jaleo. Por los follones se cerró también la escuela oficial de periodismo. De aquella, había muchos partidos de ultraizquierda como la Liga Comunista o el Partido Maoísta que sabían organizarse. Teníamos nuestra táctica. Le llamábamos ‘saltos’. Grupos organizados de veinte o veinticinco personas aparecíamos de improviso ahora en la Glorieta de Bilbao, ahora en la misma Puerta del Sol. La clave era ser veloces. Tirábamos octavillas, rompíamos el orden del tráfico, entonces no nos cortábamos e incluso volcábamos algún coche para hacer barricadas. Se montaba una gran trifulca y cuando uno de nosotros hacía sonar el silbato porque había peligro, desaparecíamos como fantasmas”.


(Cielo santo, mi generación cuántas veces cantó “Presiento que tras la noche / vendrá la noche más larga / quiero que no me abandones / amor mío al alba”). 

Te puede interesar