REPORTAJE

A quién escribía Valente

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photo_camera Arriba: Otero, Goytisolo, González, Valente, Castellón; abajo: Biedma, Costafreda, Barral y Bonald.

Un estudio del profesor Saturnino Valladares muestra la correspondencia entre José Ángel Valente y los otros poetas de su generación; 204 misivas que ayudarán a comprender un mundo de amistades y egos nada fácil

Ya no se escriben cartas, al carajo con un género que ha aportado tanto al pensamiento, a la cultura, a la historia. Epistolares memorables, como las de Kafka a Milena, o las incandescentes de Joyce a su amada Nora. Los tiempos que se vuelven acertijos, y el pensamiento, refugio de resistentes. 

Antes de morir, Valente entregó a la USC su biblioteca y archivo, que incluye las misivas. Desde entonces, los interesados han de acudir a esas fuentes; es lo que ha hecho el profesor Saturnino Valladares, en un estudio que aporta mucha luz sobre la poesía española de finales del siglo XX.

“Retrato de grupo con figura ausente”, editado por la Diputación de Ourense, recoge 50 años de ejercicio epistolar, desde la primera -1953-, dirigida a José Agustín Goytisolo, hasta la última -2000-, a Clara Janés, en el año de su muerte. El libro reproduce 204 misivas, 108 redactadas por José Ángel Valente, y 96 escritas por otros poetas. Muy prolijo -años 50/70-, residual -años 80-, salvo con Antonio Gamoneda (1996-1999), de enorme respeto intelectual. Con muchos surgió una exploración creativa y de apoyo común, es el caso de Claudio Rodríguez, José Agustín Goytisolo, o José Caballero Bonald; con otros, mucho menor, Alejandro Carriedo, Ángel Crespo, Eladio Cabañero, Lorenzo Gomis, Enrique Bados, Luis Feria y Clara Janés.vale_result

Una vida

El viaje se inicia en Madrid, allí Valente conoce a  Caballero Bonald y a Agustín Goytisolo; después, Oxford, Ginebra, París o Almería. Valente pasó 25 años en Ginebra como funcionario de la OMS: “Yo viví 25 años en Ginebra, ciudad a la que no debo absolutamente nada, ni a la ciudad ni a sus gentes”, posiblemente, la irremediable muerte de su hija, a la que tuvo que cuidar, y la de su hijo Antonio, drogadicto de la adolescencia hasta su muerte a los 33 años, “Ni la palabra, ni el silencio. Nada pudo servirme para que tú vivieras”; junto a un matrimonio fallido tuvo algo que ver.

“Los objetivos de este trabajo –dice Valladares- fueron editar y analizar la correspondencia con gran parte de su generación cronológica, reflexionar sobre los temas, la relación con sus coetáneos, y saber cuál su papel en el grupo poético de los 50”. Como militante antifranquista, en Suiza da charlas a emigrantes gallegos; en Barcelona da conferencias de la mano de José Agustín Goytisolo, por ello vive la represión y la animadversión a la cultura en aquellos momentos. Un caso denigrante, el de la publicación en 1971, en Las Palmas de Gran Canaria, del cuento “El uniforme del general”, que provoca un auto de procesamiento contra su persona, y la no renovación de su pasaporte, todo ello apareció publicado en el BOE y en el Boletín Provincial de la Provincia de Ourense. “No me gusta que me preguntes por lo de la cárcel –escribe a Goytisolo-, lo puede ver alguien. Además, no estoy condenado a la cárcel, como indecorosamente escribes”, la declaración por rebeldía no prescribirá hasta 1978.

Misivas con amistad, en confianza: “Mi querido Pepe”, “Estarás pensando de mí lo peor: dos cartas tuyas y dos calladas por respuesta”, señala en una de ellas Caballero Bonald. Otras para cerciorar lo innegable, que la poesía de Valente es mayúscula, “Acabo de releer en este rincón sureño tu 'Interior con figuras'. Te repito lo que creo que ya te he dicho alguna vez: estás escribiendo la mejor poesía que se escribe hoy en este endiablado país. Punto”, añade el gaditano.

Con muchos poetas la correspondencia suplía al encuentro personal, como con Gil de Biedma, las misivas durarían 22 años, “Quiero escribirte largo, porque me interesa la conversación contigo”. Una amistad, sincera, que no impide en un ensayo de Valente ser puro martillo, “mientras pretende hablar con palabras de hoy, Biedma sigue juzgando con cánones de ayer”, el ourensano se aleja del grupo en favor de una poesía exigente. “Vas entrando con paso enormemente seguro en una zona donde nadie, sino sólo tú mismo, podrá seguirte”, le dice Valente a Claudio Rodríguez, epistolares de fascinación mutua.

Azote del gremio

En los 90 Valente publica –Diario 16- un artículo contra Gil de Biedma, Goytisolo y Barral; a Goytisolo lo calificaría de escritor de cancioncillas. Al final Valente se volvió un azote al gremio. “Si Valente se hubiera ahorrado muchas de aquellas opiniones hirientes hacia sus coetáneos su posteridad hubiera sido más confortable”, señaló Gamoneda a su muerte. Aquella ferocidad inmisericorde se hizo marca de la casa, así era Valente. 

La fotografía de una generación

En el homenaje a Antonio Machado -1959- en Colliure, a los 20 años de su muerte, se reunió a lo más granado de la intelectualidad antifranquista, un acto de notable repercusión política y literaria, con autores en la treintena que dieron cuerpo a una generación, la que se corresponde con el grupo poético de los 50. Blas de Otero, José Agustín Goytisolo, Ángel González, José Ángel Valente, Luis Marquesán, Jaime Gil de Biedma, Alfonso Costafreda, Carlos Barral, o José Manuel Caballero Bonald. “Colliure -escribe Bonald- fue el escenario donde se fraguó o concretó la estrategia de lo que pasaría a los manuales de literatura con el ya incorregible apelativo de grupo poético de los 50”. El encuentro francés y otros posteriores daría lugar a la famosa antología de Castellet, en 1960.  

Epistolares que aportan luz al panorama poético de los años 50 

Con Goytisolo y con Caballero Bonald, las misivas se recomponen en visitas, incluso viajes como el que llevó al jerezano y a Valente a Cuba, donde Bonald le presentó a Lezama Lima, que impactó a Valente, en cuanto a la obra e incluso sus preferencias sexuales, a las que con posterioridad y humor aludirían en sus cartas.

Las misivas recorren el ciclo vital de los personajes, nacimientos, muertes de los progenitores, hijos. Un momento muy sentido, el de José Ángel Valente a la viuda de Claudio Rodríguez, Clara Miranda, en el fallecimiento del poeta, “El esposo y el amigo ha muerto, acepta, pues, ahora, mi proximidad solidaria”, escribe en la misiva Valente. También otras cuestiones mucho más profanas, como las precariedades económicas comunes entre todos en aquellos momentos. Carlos Barral pide dinero a Valente, para un nuevo proyecto editorial, “Yo carezco por desgracia -escribe Valente- de entidad financiera, pero me gustaría suscribir la participación mínima -5000pts- que admitáis”.

Las hay que recogen anécdotas, incluso chascarrillos pseudo literarios, como el que envolvía, también lo acontecido en La Habana, en alusión a Amparo y Gabriel Celaya, fruto del desprecio y algún arrebato de cursilería, “Amparo está muy preocupada porque no salen entrevistas con Gabriel en la prensa”, escribe Valente en su diario, más tarde, el desencuentro en lo personal con la pareja adquiriría forma de poema, meritorio hasta en el título, “Fábula de payaso en su ancianidad con su pareja”; si hubo amistad, ya no sería más, seguro.

El estudio, los temas más reiterados de estos epistolarios son los relacionados directa o indirectamente con la literatura, aunque también están los políticos y los biográficos; sabido es que literatura y vida convergen en el mismo escenario. “No sé cómo podrás hacerlo, pero algo podrás hacer…”, escribe un joven José Ángel Valente ansioso por darse a conocer en el estrecho panorama literario de los años cincuenta -1953-, un joven e inédito poeta solicita que su amigo José Agustín Goytisolo respalde el poemario Nada está escrito en el premio Boscán de poesía. Tras 50 años de misivas ya no hay secreto entre poetas.

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