Camboya explota el filón turístico de único delfín de agua dulce

Dos botes de pescadores junto a un delfín del Mekong. (Foto: Jordi Calvet)
El Irrawady, único delfín del mundo que habita en agua dulce, subsiste en el río Mekong convertido en icono de Camboya y en principal fuente de ingresos para los ribereños que explotan ese filón como atractivo turístico.
Atrás quedaron los muchos años en que los pescadores camboyanos utilizaban ese cetáceo como blanco de tiro por considerarlo un competidor sin ninguna utilidad o por mera diversión.

Esto junto a malas prácticas pesqueras y los bombardeos sobre el norte del país durante las guerras de los años setenta y ochenta, puso a la población de este singular mamífero al borde de su extinción.

Aunque se ha conseguido su estabilización, la comunidad de delfines en el Mekong se reduce a unos 71 ejemplares, según el Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF), distribuidos en varios grupos en un tramo de río de unos 190 kilómetros, que va desde el gran lago Tonle Sap hasta los rápidos de la frontera con Laos.

La erradicación del uso de redes verticales y de explosivos para la pesca, además de alternativas de negocio para los lugareños, como piscifactorías o granjas de gallinas, fueron clave para mejorar la preservación del cetáceo.

Pero ha sido el desarrollo del turismo el factor más decisivo en el cambio de mentalidad de las comunidades de pescadores que habitan a orillas del Mekong.

Ese cambio se aprecia en Kompi, una pequeña aldea de pescadores situada doce kilómetros al norte de Kratie, la capital provincial, que hoy vive enteramente volcada en la explotación turística de los delfines.

La mayoría de sus habitantes ha convertido sus modestas casas en talleres en los que, sin descanso, se tallan en madera delfines de todos los tamaños, en esculturas, llaveros o colgantes.

El muelle de esta aldea fluvial, presidido por un monumento dedicado al ilustre rey del Mekong, es parada obligatoria para la mayoría de los visitantes que llegan hasta la zona para ver nadar a un ejemplar de Irrawady.

La visita a las áreas por las que nadan los delfines, está perfectamente organizada, como lo prueba que los precios del paseo en canoa son fijos y cosa rara en Camboya, no hay posibilidad de recurrir al regateo para negociar un descuento.

Avistar a los delfines no es ahora tan fácil como antes, asegura un veterano patrón de canoa, que recuerda que durante su niñez ‘había centenares’.

Pero a pesar de los esfuerzos para su preservación y del relativo éxito que está teniendo la industria turística desarrollada en torno a esos cetáceos, cuya población está en severo riesgo por la sobreexplotación del río.

‘La pesca ilegal ha reducido mucho la cantidad de peces y los delfines tienen cada vez más difícil encontrar comida’, explica Sean Kin, responsable del departamento provincial de pesca de Kratie y jefe del grupo de vigilantes encargado de proteger a los delfines de los desaprensivos.

Para Sean la protección de estos cetáceos es una cuestión de patrimonio nacional ya que ‘este es uno de los últimos lugares del mundo donde viven y debemos hacer lo posible para conservarlos para las generaciones futuras’.

La última amenaza es una nueva y extraña enfermedad que afecta, sobretodo, a las crías, entre las que la mortalidad es de un 85 por ciento, y cuyo origen está siendo investigado por un grupo de expertos japoneses.

‘No sabemos todavía a qué se debe’, señala Sean.

La causa, según apuntan los expertos, podría tener relación con el aumento de la actividad humana y los vertidos industriales a lo largo del curso del río, la intensificación de la explotación minera en la región o la construcción de varios pantanos y presas.

‘Hay otras teorías que apuntan hacia un deterioro del sistema inmunológico de los delfines por culpa del estrés’, explica Richard Zanre, director del programa del delfín Irrawady de WWF.

Para los expertos y pescadores la clave para garantizar la supervivencia del delfín Irrawady es atajar esa enfermedad.

‘Sin crías no hay futuro’, sentencia Sean.

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