Telescopio astronómico

Con él, me siento un instante entre dos eternidades

La noche es el gran acontecimiento. El privilegio de darle la espalda al Sol y descansar de su luz. Una suerte de liberación para sabernos un trozo de nada orbitando en las honduras del espacio. Es cuando nos enfrentamos al silencio cósmico que intentan descifrar las grandes orejas gravitacionales. Pero la noche no nos pertenece. Nos la hemos repartido con los animales en un pacto secreto. Y, por más que los humanos se empeñen en iluminarla, la noche tampoco significa oscuridad. Podemos ver en ella si confiamos en nuestros sentidos. Basta abrir los párpados y dejar vibrar el espíritu . 

La noche de esta civilización del miedo a la noche es un fatigoso resplandor. Apenas quedan santuarios lumínicos sin contaminación. Yo me pregunto, como los indios lakotas, si acaso los hombres encienden sus luces para no ver las estrellas y evitar enfrentarse al misterio de la vida. Me lo repito al mirar al cielo nocturno y distinguir lo poco que conozco.

Observo el firmamento a través de un telescopio astronómico. Es mi instrumento de cordura y pequeñez. Con él me sé insignificante. Gracias a él veo una Luna descomunal, ese pedrolo golpeado que un día fue parte de este planeta y que empuja las aguas y los estados de ánimo. Llegan a mí la gran mancha de Júpiter, las arenas almagres de Marte, los dueños del firmamento: Arcturus y Vega, Sirio y Orión. 

El telescopio es apenas un tubo lleno de espejos con una pequeña óptica. Un aparato analógico y accesible, dueño de una misión mágica: llevar el cosmos al ojo. Me lo cedió (esa fue la palabra) un profesor sabio cuya compañía te transforma en alguien mejor. Contemplar así la bóveda celeste es el contrapeso de la jornada, cuando uno necesita sentirse un instante entre dos eternidades. Entonces llevo el telescopio a la terraza, abro las tapas y, cuando logro alguna estrella, guía del firmamento en mano, pienso en aquellos que sufren. En los que temen. En los que dicen no temer. Ajusto el enfoque y me lleno del misterio de estar vivo.

Te puede interesar
Más en Sociedad