Opinión

Halloween, esa claudicación

De unos años acá, en lo que parece una continuada claudicación de la cultura española ante costumbres importadas desde el exterior, en especial de los tantas veces (según cómo y para qué) denostados Estados Unidos, la tradicional celebración de estos días, Todos los Santos y Fieles Difuntos, con nada menos que 12 y 11 siglos de antigüedad, respectivamente, en la vieja Europa, se viene sustituyendo por ese Halloween (Víspera Santa) que no pocos antropólogos, también gallegos, califican lisa y llanamente de carnaval al revés, ‘por mucho que lo tiñamos y lo queramos olvidar’, como dice Manuel Mandianes. Este profesor, que reclama la vuelta a la celebración celta del Samain, advierte de que queramos o no queramos estamos propiciando la invasión cultural de Estados Unidos porque aunque la celebración como tal no lo sea sí lo es la manera en que se celebra o se transmite a los niños en las escuelas.


Y ahí está, en efecto, buena parte del problema. En ese parece que ya irremediable hábito de guarderías y colegios infantiles de reconvertir la vieja tradición española del homenaje a los familiares y amigos desaparecidos en un macabro juego de cadáveres que caminan en el que la idea central, como ha dicho un portavoz de la Conferencia Episcopal, es una fiesta en la que los niños ‘jueguen con elementos de muerte’.


Así que estamos estimulando ante los más pequeños, y consecuentemente los más vulnerables, la sustitución del afectuoso recuerdo a quienes nos han precedido por un carnaval absurdo y fuera de contexto. Un disparate encubierto bajo el velo de lo políticamente correcto y arropado con discreción por el silencio de intelectuales y políticos. El

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