Opinión

A la montaña en chanclas

Para llegar a la cala hay que caminar por un sendero tramposo para los tobillos. Ni siquiera hay paso para un todoterreno. Predican los amantes del nudismo que es poco esfuerzo por la recompensa de bañarte en pelotas, aunque a un textil le podrá parecer una pérdida de tiempo y energía para solazarse en un arenal que no tiene ni chiringuito. Cuestión de gustos, pero algo tendrá el agua de esa playa cuando a diario se peta de bañistas que se juegan el día o algo más a la ruleta en caso de producirse un accidente.

Sin socorrista a la vista y sin posibilidades de disponer en poco tiempo de una ambulancia, este tipo de excursionistas acostumbran a ser cuidadosos, aunque siempre aparece alguien que amenaza con estropear la jornada de sol. Una moza francesa se empeñó el otro día en trepar por una roca mientras subía la marea. Nada le dijeron sus colegas. Se limitaron a hacerle fotos mientras las pasaba canutas tras perder una zapatilla que engulló el océano. Cuando un paisano del lugar le reprochó su irresponsabilidad, la mema gesticuló con indignación y siguió a lo suyo. Al culminar el ascenso le cambió el careto porque hasta a un percebeiro le produce canguele bajar una roca a golpe de marea.

La moza consiguió regresar a la toalla corriendo como si acabase de ganar una medalla en los Juegos, pero uno de los bañistas del lugar recordó que la Xunta le envió una factura de 4.600 euros por el rescate a una peregrina alemana que se perdió en Fisterra hace cuatro años. Y empezó el debate. Que hay que cobrarlo para espantar malos pensamientos, que sólo a los imprudentes... Hay mucho patán que pretende hacer cumbre en Cabeza de Manzaneda calzando chanclas o tacones. Con la rapaza gabacha lo tenían claro.

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