Opinión

EDITORIAL | Política real para sacar a Ourense de la UCI

Ourense agoniza con un fallo multiorgánico y los dos médicos que deben cooperar para salvar a la paciente se pelean torpemente sobre la mesa del quirófano. Si bifurcásemos las dos últimas semanas, en un plano observaríamos cómo han cristalizado la formación de una asamblea cultural que denuncia las maniobras destructivas de Jácome, las quejas de las asociaciones vecinales abandonadas por el Concello, los amagos del alcalde para deshacerse de la Universidad Popular, el olvido del Parque Miño, las colas en la Praza Maior, los lamentos de los padres por el deterioro de los parques infantiles, A Chavasqueira cumpliendo dos años en ruina o los funcionarios desorientados ante el lamentable acoso del regidor. Y en el otro queda la esfera política, cada vez más desconectada de la realidad tras haberla estropeado. Por eso el Ayuntamiento amenaza con explotar por dentro y por fuera: hasta aquí lo ha llevado una gravísima involución culminada con estos 23 meses de antipolítica de Jácome, fiel cumplidor de lo que se podía esperar de un dirigente sectario, incapaz y en permanente búsqueda de enemigos imaginarios para intentar camuflar sus carencias. 

Los esfuerzos publicitarios del alcalde tras leer sus naufragios diarios en la prensa se revelan tan inútiles como querer ocultar que el PP y el PSOE hace mucho tiempo que podrían haber corregido el rumbo de la ciudad. ¿De qué han servido entonces los últimos días? La decisión de Rafa Villarino aceptando dar un paso a un lado desencadenó una secuencia de plazos, cartas y ultimátums que descorrieron el último velo. El PP ha endurecido sus condiciones iniciales apoyándose en explicaciones difíciles de comprender y hoy debe decidir si da una oportunidad real al pacto o prefiere seguir manteniendo a Jácome. La posterior respuesta del líder socialista ha sido de momento igual de productiva: a pesar de que la nueva exigencia popular tenía todos los ingredientes para, al menos, reforzar su debilitadísimo liderazgo interno y fortalecerse ante la opinión pública, él ha preferido embarcarse en una estrategia que pasa básicamente por llamar neofranquista al partido con el que debe entenderse -y sin aclarar si aceptarían una coalición-. La mejor muestra está en la tribuna publicada el día 28 de abril en estas páginas: el ourensano que buscase respuestas útiles del ganador de las últimas municipales se topó con un obtuso historiador amateur sacando el espantajo de la dictadura; cómo valorar que en una situación así, con la ciudad en quiebra técnica, el socialista haya creído necesario alejar el foco hasta 1936. 

Lo que sufre Ourense es otro ejemplo de cómo las estrategias partidistas pueden engullir el interés general y enturbiar el debate público. Se aprecia con nitidez en la triste campaña de Madrid y por su culpa hasta se han repetido elecciones, pero la diferencia es que la cercanía nos pone rostro a lo que sucede en las calles mientras la política ourensana sigue hablando de sí misma en un monólogo exasperante. Porque combinar las viejas herencias, la acción del minigobierno y los terribles efectos de la pandemia está siendo demoledor: ahí está la erosión institucional, económica y social, con derivadas tan indecentes como que una persona tenga que esperar seis meses a ser atendida por los desbordados Servizos Sociais del Concello. “Es gente que necesita atención para ya”, recordó la directora de Cáritas, María Tabarés, petando en la puerta de los que están obviando su capacidad para corregir este angustioso contexto.

Los últimos portazos no pueden ser una excusa para dar por muerto este mandato. Mantener esta situación dos años más solo serviría para seguir abriendo las dolorosas heridas por las que se está desangrando la capital, y por necesidad los dos grandes partidos deben sentarse a analizar los problemas reales de Ourense. Y no, entre ellos no está la figura de Villarino pero desde luego tampoco lo está el totalitarismo fascista. Querer tapiar el diálogo entre esas dos trincheras solo aleja empezar a fortalecer el escudo social, atender a la hostelería y al comercio, aprobar el PXOM, captar fondos europeos, renovar las concesiones, activar el termalismo, ayudar a rentabilizar la llegada del AVE, diseñar el futuro de la Plaza de Abastos o apostar por la cultura. La batalla de la gestión, y no la del Ebro ni la de los despachos, es en la que deben operar PSOE y PP tras muchísimos meses de regates en falso que amenazan su fracaso en este terreno. Y si tienen dudas sobre la urgencia de perfilar un acuerdo de rescate hasta 2023 puede ser muy recomendable que escuchen a los ourensanos que han ido apareciendo en este periódico los últimos días. “No podemos seguir así”, concluyeron en el clarificador debate del miércoles en Telemiño representantes de una ciudad que si ahora no encuentra responsabilidad, luego pedirá responsabilidades. Y por desgracia, alguna de las pérdidas ya tendrá consecuencias irreparables.

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