Opinión

El round es de la oposición, ¿qué sigue en Venezuela?

Pocos son los buenos resultados que ha conseguido la oposición venezolana desde hace ya algunos años, pero el domingo pasado nos arrojó una nueva lección: nunca debemos subestimar a ningún enemigo ni dar por ganada la batalla hasta su final. 

La votación del plebiscito de ayer en contra de la Asamblea Constituyente que convoca Maduro fue clara, abrumadora, inobjetable e incluso transformadora, pues resulta que 7.186.170 millones de venezolanos rechazaron contundentemente la iniciativa oficialista exigiendo que se respete la Constitución vigente. Este triunfo de la oposición para nada debería de significar peccata minuta dentro del circulo de Maduro, pues lo obliga a buscar una salida inmediata ya sea para recuperar la solidez o para permitir la transición que, en el papel, la mayoría de los venezolanos esperan. 

La maniobra del grupo opositor fue extraordinaria, mostrando organización y fuerza después de un mes lleno de movilizaciones, reclamos e incluso muertes. No hay que confundirnos, el referéndum no arroja 7 millones de venezolanos rechazando a los chavistas, el referéndum simboliza el crecimiento de una fuerza ciudadana que logra aglomerar todos los esfuerzos que emanan del pueblo. Es la voz pacífica de la mayoría que por fin siente confianza y el impulso de una representación respetable y organizada. ¿Ahora qué?

Estamos ante una evidencia irrefutable de una demanda de cambio político que crece con el paso del tiempo. En efecto, el plebiscito tiene colores y aromas de éxito porque los ciudadanos se impusieron, pero en definitiva esto no basta. La oposición necesita una estrategia clara, requiere de estímulos que sigan dando legitimidad a su proyecto y que siga sumando voces a los constantes movimientos organizados a su favor, ya que de otra forma podría sufrir un golpe duro derivado de las altas expectativas de la ciudadanía. El reto es mayor y el pueblo venezolano espera soluciones y acciones contundentes. Es hora de servirse del plebiscito para desmantelar al adversario, masificar la protesta y conseguir una negociación que aún parece lejana. 

Por su parte, los de Maduro han dado algunas señales de vida, convocando el mismo día un simulacro electoral con la pretensión de anular y desestabilizar el carácter de oficial a la maniobra “ciudadana”. En este sentido, quizá no se haya logrado por completo el objetivo, pero el desafío del gobierno es evitar una baja participación en la elección de la Constituyente porque nacería sin legitimidad y la fractura podrá volverse aun más grande. 

La realidad no permite todavía relajación de ninguna de las partes, pero algo sí es evidente, la imagen del Gobierno es hoy más débil que hace unos meses, las voces internacionales se hacen sentir con más fuerza cada día que pasa y las manifestaciones del pueblo también se convierten en un ítem difícil de sofocar por mucha violencia que se ejerza. 

Todo parece indicar que aún queda lejos el momento en el que el gobierno arroje la toalla y se disponga a negociar. Esto no es más que un round ganado por los opositores, una bocanada de aire fresco y alentador para un movimiento que ha tenido más momentos malos que buenos, pero que con el triunfo del domingo, recupera fuerzas e invita a sus seguidores a creer, hoy más que nunca, en un verdadero cambio. 

La lucha continúa, el siguiente round está por comenzar y las dos partes tendrán que activar sus poderes de persuasión si quieren tener a la opinión pública de su lado y de una vez por todas.

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