El catolicismo en Galicia se introdujo en el contexto de la romanidad tardía, antes de las invasiones germánicas, y se caracterizó por el aprovechamiento de edificios y cementerios romanos, por la integración de la jerarquía eclesiástica en las esctructuras administrativas existentes, por el uso de vías de comunicación para la difusión de nuestras creencias y por la cristianización de la población hispano-romana asentada principalmente en las ciudades. A estos trazos responden algunos de los principales restos materiales del primer cristianismo, como la iglesia de Santa Baia de Bóveda (Lugo) de origen romano e inicial uso pagano, vinculado al aprovechamiento de aguas salutíferas; el sarcófago de Santa María de Temes (Lugo), importado desde Roma a finales del siglo IV, o el Crismón de Quiroga, procedente de Santa María de la Ermida (Lugo).
La debilidad de las instituciones facilitó la entrada de diversas corrientes religiosas que entraban en contradicción, con lo que poco a poco se iba introduciendo en la ortodoxía cristiana. Por ello, el siglo IV es la época de mayor implantación en Galicia del priscilianismo, movimiento herético que se saldó con la ejecución de Prisciliano. El priscilianismo propugnaba la vuelta al estilo de vida recogido en las Sagradas Escrituras: ascetismo, pobreza extrema, poca jerarquización, en la que los laicos incluidas las mujeres desempeñan un papel importante. Fue condenado como herético en 384 y a muerte. La ejecución de Prisciliano, lo que hizo fue afianzar la difusión del cristianismo, y comenzó a desaparecer a mediados del siglo V. Cuando los suevos entraron en Galicia el priscilianismo estaba plenamente erradicado. El cristianismo se vio favorecido por la conversión del rey suevo Teodomiro (559-570). Bajo la influencia de San Martín y San Fructuoso existieron también eremitorios. Al final del siglo VII, la iglesia en Galicia se hallaba plenamente consolidada. En la iglesia altomedieval surge el fenómeno jacobeo (S.VIII-X) y el traslado de la sede de Iria a Compostela, ocasionado por la invención o el descubrimiento de lo que se identifica como el sepulcro del Apóstol Santiago. Alcanzó gran difusión a finales del siglo VII. El hallazgo de la sepultura de Santiago el Mayor dentro del Reino Astur tuvo impacto en toda la cristiandad occidental.
A partir del siglo X se intensificó el proceso jacobeo. Santiago de Compostela se convirtió en la segunda sede apóstolica, después de Roma.
