Opinión

Otra forma de rescate es posible

Europa entera mira esta semana con incredulidad y estupefacción como el maestro trilero Rajoy pretende vendernos un rescate en toda regla como una “asistencia financiera” y un saqueo al contribuyente europeo como una victoria de la armada española. Así, sin sonrojarse y con el más descarado desparpajo, como si no nos diéramos cuenta de que de haber tapado el agujero financiero con fondos propios, se le hubiera caído el resto del país y hubiera de rendirse a un rescate del tipo Grecia y a entregar las cuentas públicas a los temidos hombres de negro europeos que pusieran (al fin) coto a nuestros desmanes y excesos. Pero no, no; el orgulloso Rajoy no podía permitir tal humillación. Así, vendiéndonos que Europa nos presta el dinero, como si en los mejores tiempos de alegría monetaria nos encontráramos, para capitalizar a parte de la banca española, parece como si aquí no ha pasado nada. El tema está arreglado; vámonos al fútbol que ya es tarde.

Así todo, ¿es esta una buena solución?, o sin embargo, ¿existen otras alternativas? Por supuesto que sí, y sin cargar sobre los hombros del contribuyente los desmanes de la casta política y financiera. Lo explica bien una nota difundida recientemente por el Instituto Juan de Mariana que, desde su perspectiva liberal, aboga por una solución que pasa por el canje de deuda por acciones, reproduciendo los mecanismos que imperarían en un mercado libre. Y ¿por qué es esta una alternativa más justa y eficaz?

En primer lugar porque un rescate a los bancos que no han sido capaces de mantener su solvencia es un claro e ilegítimo ejercicio de competencia desleal a las entidades que sí han sabido gestionar mejor sus riesgos. En segundo lugar, porque se rescata a entidades que, en su mayoría, han sido el reducto de una vergonzante e improductiva élite financiera (ahora enriquecida y con jubilaciones de oro), y el brazo financiero de la más voraz e insaciable casta política que padecemos. En tercer lugar, porque no se puede soportar más la obsesión política de cargar sobre el inocente contribuyente (sea este español o no) excesos que han cometido otros. En cuarto lugar porque no se puede endeudar más a un país que simplemente es incapaz de financiarse. En quinto lugar, porque una banca nacionalizada es una banca politizada. En sexto lugar, porque si bien es verdad que existen bancos excesivamente grandes para dejarlos quebrar, también lo es que existen bancos demasiado grandes para que puedan ser rescatados. De ahí que resulte imprescindible explorar todas las alternativas antes de tomar lo que con toda seguridad es la decisión equivocada.

La solución nos la da la propia lógica capitalista en la que afortunadamente nos desenvolvemos. Los inversores asumen siempre riesgos en sus negocios, por consiguiente, el accionista de una empresa en quiebra puede llegar a perder toda o parte de su inversión. Esto es lógico, y necesario, en un sistema capitalista, al igual que los accionistas son quienes cosechan beneficios cuando las cosas se hacen bien, también tienen que sufrir las pérdidas cuando se hacen mal. Por tanto, la solución pasaría por convertir algunos pasivos de las entidades en dificultades en fondos propios de la entidad. O, como han explicando diversos economistas del FMI recientemente, se trataría de sustituir la recapitalización estatal (bail-out) por la recapitalización interna de la entidad (bail-in), de manera que algunos de los acreedores de estos bancos (los que hayan asumido mayor riesgo y los que tengan los vencimientos a mayor plazo), pierdan su inversión y conviertan sus deudas en acciones convirtiéndose, por tanto, en sus nuevos accionistas.

De forma sencilla lo explica el economista Juan Ramón Rallo partiendo de la simple idea de que un banco está quebrado cuando su pasivo es superior a su activo. Si, como consecuencia del impago de los préstamos que ha concedido, el activo cae a 90 unidades mientras el pasivo se mantiene en 100 unidades, ese banco tendrá un déficit de fondos propios de 10 unidades. Generalmente, en ese punto la entidad entraría en concurso de acreedores, vendería sus activos al mejor postor y con lo obtenido trataría de saldar sus deudas. Pero existe otra: si, por ejemplo, la entidad transformara un 20% de sus pasivos en capital social, volvería a ser solvente. Su activo se mantendría en 90 unidades, sus deudas se reducirían a 80 pero sus fondos propios ascenderían 10, con lo que equilibraría de nuevo su balance.

En concreto la nota aludida del Instituto Juan de Mariana plantea la siguiente solución para que BFA-Bankia pudiera capitalizar 23.500 millones de euros:

Después de reducir a cero el valor de la actual serie de acciones ordinarias de BFA-Bankia, los 23.500 millones de euros que pretende inyectar en total el Gobierno a la entidad podrían aflorar, por ejemplo, a través de la capitalización de la siguiente deuda privada de BFA-Bankia:

• El 100% de los 15.000 millones de euros en pasivos subordinados.

• El 30% de los alrededor de 21.500 millones de euros en bonos que vencen entre 2017 y 2050.

• El 10% de los cerca de 19.000 millones de euros en bonos que vencen entre 2014 y 2017.

Existen por tanto alternativas viables a la intervención financiera pública, sin que esta se realice a costa de los contribuyentes socializando las pérdidas cuando los beneficios son privados, ni hipotecando el presente y futuro de la economía española. Solo quedaría corregir e impedir futuros desmanes y nuevas y perversas burbujas crediticias; pero ese es otro tema.

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