Opinión

Un muerto y un resucitado

El congreso del Pesedegá sirvió, sobre todo, para que su nuevo líder, Valentín Gonzalez Formoso, ampliara los apoyos con los que contó en su día para derrotar a Gonzalo Caballero en las primarias. La nueva ejecutiva, muy amplia y de vocación integradora, obtuvo el respaldo de más del ochenta por ciento de los representantes de la militancia, lo que supone de facto reducir de un cuarenta a menos del veinte el porcentaje de quienes siguen prefiriendo al exsecretario general como cabeza visible del socialismo gallego. Probablemente la actitud y el compartamiento durante el cónclave del propio Caballero y algunos de sus incondicionales haya tenido tanto que ver en la nueva correlación de fuerzas entre “formosistas” y “gonzalistas” como el esfuerzo de los ganadores por suturar las heridas que produjeron la consulta a las bases y el proceso congresual.

Aquel Gonzalo Caballero que salió herido de muerte de las primarias firmó de su propio puño y letra el acta de defunción (al menos temporal) a la salida del congreso por lo que hizo puertas adentro. Por no estar a la altura de las circunstancias. Tal vez pueda permanecer un tiempo en el Parlamento como diputado raso. Seguiría políticamente vivo. Eso es lo que pretende. Sin embargo, su aspecto es ya el de un zombi, un muerto viviente condenado a deambular por los pasillos de O Hórreo como alma en pena. Y sin Santa Compaña. La mayoría de los parlamentarios que le eran leales, muchos de los que le deben el escaño, no están dispuestos a jugárselo desafiando al nuevo poder orgánico, porque, les guste o no, será el que confeccione las listas electorales de 2024.

La otra cara de la moneda es la de José Ramón Gómez Besteiro. El congreso socialista asistió a su resurrección. Apareció en carne y hueso, vivito y coleando. Fue recibido con una sonora ovación por la mayoría de los delegados puesta en pie en un gesto inequívoco de que no le da, ni mucho menos, por políticamente amortizado y que, llegado el momento, puede regresar por la puerta principal. La elección como vicesecretaria general de Lara Méndez, la alcaldesa de Lugo, “besteirista” incondicional y de primera hora, es algo más que un gesto hacia don José Ramón. Constituye una señal inequívoca de que todo está preparado para su retorno cuando cierre la última carpeta judicial pendiente. Puede que Besteiro tenga, esta vez sí, la oportunidad de ser candidato a la presidencia de la Xunta que Pilar de Lara le hurtó a golpe de sumario.

Pedro Sánchez se hizo carne y acudió a Santiago a impartir su bendición a los nuevos dirigentes del Pesedegá, que cuentan desde ya con el “nihil ostat” tanto de La Moncloa como de Ferraz. En el entorno de Gonzalo Caballero están convencidos de que sin el apoyo tácito -o la anuencia- de Madrid el tándem Formoso-Lage no habría sido capaz de tejer las alianzas (estratégicas o de mera conveniencia) que desembocaron en el nuevo liderazgo del partido. Tal vez no hubiera ni movido ficha. Fue mucho más que dejar hacer. En la clausura del congreso se vio clara la sintonía de Sánchez, el Sánchez de ahora, el que gobierna, con el Formoso de siempre, el sensato, el moderado, el pragmático, o sea, el contratipo de un Caballero fervorosamente sanchista que tal vez perdió la silla precisamente por no moverse de su sitio. Vaya usted a saber.

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