Opinión

A la espera de que se lo den hecho

Pendientes de los resultados de las elecciones gallegas y vascas del próximo domingo a los que de forma interesada se les considera determinantes para conseguir la formación de un gobierno en España -cuando lo más probable es que no aporten nada nuevo a la situación previa al inicio de la campaña electoral-, el Partido Popular, lejos de poner en marcha una estrategia para tratar de convencer a los partidos de los que necesita la abstención para conseguir una nueva investidura de Mariano Rajoy, ha insistido en la táctica de responsabilizar a los socialistas del bloqueo institucional con el solo argumento de que ha ganado las elecciones –a pesar de perder 50 escaños- y que por tanto tiene derecho a gobernar.

Como en la Bolsa, ya se da por descontada la pronosticada bajada de votos y escaños del PSOE en ambas comunidades autónomas como consecuencia del ‘efecto Podemos’, que no existía hace cuatro años, mientras que el efecto Ciudadanos afecta muchísimo menos al PP por las características de ambas regiones

En lugar de tomar la iniciativa, el PP y el presidente en funciones esperan que sean los socialistas en un próximo Comité Federal quienes le sirvan en bandeja la abstención –o la cabeza- de Pedro Sánchez, sin tener que mover una paja, sin negociar y sin ofrecer contraprestaciones a una abstención que muchos militantes y votantes socialistas no entenderían –otros sí, lógicamente-. En su empeño, el PP ha contado además con la inapreciable ayuda de los barones socialistas que devalúan constantemente el liderazgo de Pedro Sánchez en los peores momentos políticos, a pesar de que son políticos muy avezados que han tenido que lidiar en los últimos tiempos con circunstancias tan difíciles como su paso por la oposición y luego el pacto con Podemos para facilitar su investidura.

Habrá que esperar, en efecto, a los resultados del 25-S por si se produce alguna sorpresa inesperada que mejore la posición del PP o si, a partir de ese momento, se le ocurre a Mariano Rajoy algo más que ofrecer el gobierno de gran coalición, en forma de reversión de sus leyes de mayoría absoluta. Pero si no se produce esa convulsión dentro del PSOE y sin ningún coste para ellos, el PP, por mucho que hable de los perjuicios de no contar con un gobierno, no ha dejado de preparar unas nuevas elecciones en las que espera mejorar sus resultados. A pesar de que podría reproducirse la situación actual, sin que los fiascos en materia de regeneración y lucha contra la corrupción les siga pasando factura, quizá porque los tiempos judiciales también han jugado en su ayuda y se ha vuelto a poner en marcha la idea de que la corrupción es sistémica y afecta a los dos grandes partidos por igual.

La apuesta del PP es clara en las dos direcciones, mientras que no lo es tanto la de los socialistas que se debaten en un dilema de imposible solución. Pero las terceras elecciones pueden suponer de nuevos malos resultados y ver su posición actual más disminuida. Porque los 85 escaños que no dan para asumir la presidencia del Gobierno sí dan para realizar una labor de oposición férrea que obligue al Gobierno y al partido que lo sustenta en el Congreso a negociar y pactar absolutamente todas las leyes que quiera aprobar y forzarle al cambio de las leyes que resultaron más lesivas para los derechos y libertades de los ciudadanos.

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