Opinión

Afectos, lo más deseado

Karin Boye, poetisa y novelista sueca, fue una mujer entrañable llena de sensibilidad y ternura. Su novela más conocida, ‘Kallocain’, inspirada en el apogeo de la sociedad nacional-socialista en Alemania, es un retrato de una sociedad anti-utópica del mismo tenor que ‘l984’, de Orwel, o ‘Un mundo feliz’, de Huxley. Pero es en su novela ‘Kris’ donde muestra su crisis religiosa y su lesbianismo; temas que probablemente la llevaron al suicidio en l941 cuando contaba con apenas cuarenta años de edad. Tan sensible mujer se encontró sola ante sus miedos, ante los interrogantes que daban sentido a su vida, ante su angustia y ante sí misma. De ahí su afirmación de ‘el mejor día es aquel en que el alma tiene hambre y sed’, frase en la que se encierra la angustia de aquel que siente un vacío intenso en su interior y se reconforta cuando su espíritu pide respuestas ante las dudas que plantean sus profundas inquietudes.


Pero para dar respuestas se necesita ayuda. Unos las buscan en sus amigos, otros en el confesor, otros en la psiquiatría y los más se retroalimentan en sus propios miedos sin encontrar la respuesta adecuada. La colectividad debe articularse protegiendo a cada uno de sus miembros, dando el amparo que se necesita en las debilidades de nuestra existencia; los afectos deben ser potenciados dentro del círculo más próximo al individuo que es, sin lugar a dudas, la familia. La espiritualidad debe ser contemplada como una parte esencial de la vida de cada persona, y sus opciones, respetadas por todos sin juzgar ni condenar un pensamiento o ideología que sea soporte reconfortante de un sector social; nadie está en condiciones de excluir el pensamiento de los demás.


El exceso de materialismo y consumismo empobrecen el espíritu y dejan sin recursos dialécticos al hombre ante los avatares del destino. No es el dinero ni los bienes materiales el objetivo último del ser humano; éstos crean insatisfacción y egoísmo. Karin Boye se encontró muy sola, su poesía era la llamada de su alma en su hambre y sed de afectos. Buscaba respuestas, pero su ansia de amor no encontró el amparo que demandaba. Es muy importante la solidariedad espiritual y cognitiva. Es esencial la coparticipación en círculos afectivos impulsados por la amistad y el amor. Es obligatorio el escuchar al que clama ayuda porque tiene hambre y sed de compañía. Es humano comprender las debilidades de los demás para ser perdonado en las nuestras. Es imprescindible que los servicios a la comunidad estén atendidos por profesionales que pongan todo su saber y afecto en cada caso, se trata de seres humanos, de personas, no de objetos.


Afortunadamente, cada vez hay mayor sensibilidad ante la individualidad y, aunque creamos que la sociedad se endurece, se sigue avanzando y siempre se encuentra alguien dispuesto a dar amor y responder con afecto a la llamada del necesitado. Probablemente en el entorno de Karin Boye también había personas adecuadas para dar la respuesta que su alma pedía, pero la fatalidad o el destino hicieron que no estuvieran allí en el momento decisivo.



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