Opinión

Pobreza social

Cuando hablamos de pobreza solemos referirnos a la llamada pobreza material, que es aquélla que hace referencia a la carencia de bienes tangibles, de alimentos o de los más elementales servicios. En círculos más restringidos, también se suele debatir sobre la pobreza intelectual que condiciona el desarrollo cultural, ideológico o de pensamiento de las personas. Pero hoy, en el debate sobre la pobreza, debe incluirse la pobreza social, que afecta a la integración del individuo dentro de un colectivo referencial. Por lo tanto, cuando se habla de multidimensionalidad de la pobreza hay que tener en cuenta su diversidad y complejidad, de forma que cuando abordemos la lucha contra la misma lo hagamos desde esa misma multidimensionalidad.


Los movimientos migratorios, la despoblación del rural, el integrismo y fundamentalismo religioso son factores multiplicadores y condicionantes de este tipo de pobreza que ya afecta de forma importante a amplios sectores de la población en todos los países del mundo, incluyendo a los más ricos y desarrollados. La marginación social genera guetos que pueden enquistarse y ser fuente de conflictos y delitos.


En los países más progresistas, los desequilibrios genera dos por la pobreza en su multidimensionalidad se reconducen a través de los servicios del Estado: la universalización del derecho a la Educación y a la Salud a través de un sistema público y la actuación de los servicios sociales de la comunidad con competencias en las distintas administraciones, son los instrumentos más importantes de las sociedades democráticas para reequilibrar los derechos de todos sus ciudadanos.


Y es el sistema educativo el que tiene mayores retos que afrontar para reconducir y reducir la marginación que genera la pobreza en el campo intelectual y social. El derecho a la educación debe ser el pilar fundamental del Estado del Bienestar, y la inversión en educación es, sin duda, la más rentable que hace una sociedad que apuesta por la calidad de vida de sus ciudadanos, por la integración en la colectividad de todos con garantía de éxito, por la for mación integral de todos en condiciones de igualdad y por la paz social.


Existen factores externos al propio sistema que mutilan las posibilidades de éxito en este complejo reto. Cambios en la estructura familiar, aislamientos geográficos, desestructuración económica, carencia de objetivos, alienación tecnológica y falta de referencias conductuales y éticas. La generación más preparada, instruida, quizás más solidaria es, sin duda, la que configura la actual juventud. Sin embargo se observa que es también la más indefensa ante las agresiones de un entorno aparentemente más hostil. Acosos, malos tratos, violencia escolar, discriminaciones en función de sexo, raza, religión, procedencia social... causan un tremendo impacto en aquellos que carecen de recursos para enfrentarse con la adversidad. En el juego, en el deporte, en la relación de grupo es donde en la infancia, pubertad o juventud el ser humano aprende los resortes necesarios para compartir territorio y enfrentarse a situaciones difíciles que requieren habilidades sociales. De ahí la importancia de la escuela como lugar de convivencia; el que no comprenda esto es que su pobreza intelectual es profunda o, quizás, desconozca la realidad de su territorio. Como decía Johann W. Goethe: ‘No hay nada más espantoso que la ignorancia activa’.


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