Opinión

Salchichas letales

He leído recientemente un interesante libro de Rob Wallace sobre las enfermedades con origen en la ineptitud, la codicia, la falta de escrúpulos y la ambición incontrolable de la condición humana. Wallace cita a un precursor de la lucha por la sanidad pública, Rudolf Virchow, que no dudó en enfrentarse al poderoso Bismarck, denunciando el desmedido presupuesto militar en detrimento de la “medicina social” que él impulsaba. El “canciller de hierro” no soportaba que le contradijeran en sus decisiones y por ello no dudó en retar al prestigioso patólogo a un duelo a muerte. El médico americano Myron Schultz relata que el retado tenía derecho a elegir las armas y Virchow eligió dos salchichas de cerdo: una cocida para él y otra cruda, llena de larvas de trichinella (parásito que produce la triquinosis) para Bismarck y éste, atemorizado, rechazó la propuesta.

Esta anécdota ejemplariza la conducta humana desde las primeras civilizaciones. Salvo los pueblos indígenas, que en la actualidad aportan la mayor parte de la biodiversidad y la defienden incluso con sus vidas de los depredadores de la naturaleza, el resto de los humanos se enfrenta al reto de vivir comiendo la “salchicha tóxica”. Sin embargo, en la actualidad hay la suficiente información para que la humanidad sea consciente de que con su conducta pone en peligro la vida de las futuras generaciones ya que, como afirmaba el escritor William Faulkner: “El pasado nunca está muerto, ni siquiera es pasado”. La globalización ha convertido a todos los seres vivos del planeta en potenciales víctimas de patógenos emergentes como el SARS-CoV-2. La deriva antigénica del virus de la gripe supone una amenaza para la humanidad que ya sufrió tres cambios antigénicos: la primera, la mal llamada gripe española, causó en 1918 más de 50 millones de muertos; la segunda, en 1957, y la tercera, en 1968, con cinco millones de víctimas cada una. En cualquier momento puede producirse una nueva deriva antigénica coincidiendo con otras epidemias como la gripe aviar, altamente patógena, que está matando a los skuas (pagalos), pingüinos, cormoranes, albatros… en la Antártida, y en el terrible supuesto de que salte a los humanos, su índice de mortalidad superaría a todas las pandemias conocidas.

Para combatir la futura deriva antigénica de la gripe y mitigar sus efectos sobre los países subdesarrollados hace falta cambios que desafíen las políticas económicas neoliberales, que en la última pandemia han amparado una corrupción generalizada, aprovechándose de la angustia de los ciudadanos. La falta de alternativas al sistema y el retroceso de las medidas de control hacen imposible sostener durante muchos años las condiciones medioambientales, ya que lo que fueron brotes locales son ahora pandemias mundiales.

Pero el Viejo Milenario, que superó la deriva antigénica de 1957, conocida como gripe asiática, con fiebres superiores a 40o, cree que existen humanos más letales, como Joe Biden y su perro de presa. Benjamín Netanyahu. Son tiempos convulsos donde los patógenos humanos destruyen la vida de sus semejantes y lo hacen comiendo salchichas contaminadas con sangre inocente. 

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