Opinión

Las virtudes del espíritu (alegoría estival)

Unos jóvenes recién casados fueron a visitar a un viejo sabio y le preguntaron: “¿Cuáles son las virtudes que mejor iluminan el espíritu humano?” El anciano esbozó una sonrisa y respondió: “Aquellas que producen felicidad a sus semejantes”.

Trascurrieron varios años y el ya maduro matrimonio volvió al humilde hogar del sabio y encontró a este, ya centenario, en el umbral de su vivienda. El longevo filósofo, sin decir una sola palabra, les interrogó con su cansada mirada “¿Cómo os ha ido en el camino de la existencia?”. La mujer frunció el ceño y habló: “Hemos tenido cinco hijos y cada uno de ellos ha recibido una educación distinta pero con un objetivo común, poseer las virtudes que hagan felices a sus semejantes, siguiendo tu sabio consejo. El mayor ha desarrollado una inteligencia de superdotado y ha conseguido dirigir una empresa de cinco mil trabajadores, pero como los resultados económicos no eran buenos se ha visto obligado a tomar decisiones muy duras, con la correspondiente repercusión en la salud de sus asalariados, al sentirse culpable ha abandonado su puesto de trabajo y se ha convertido en vagabundo. La segunda ha elegido una carrera vocacional, se ha licenciado en Medicina y se ha integrado en una ONG que la ha destinado al cuerno de África, allí ha ejercido su profesión con abnegación y sacrificio; hasta que un día se unió a un joven integrista somalí y ha procesado la religión del Islam y desde entonces comparte con otras cuatro mujeres los trabajos domésticos que le son encomendados. El tercero decidió dedicarse a la investigación y después de hacerse químico trabajó en un proyecto ilusionante: la búsqueda de un tratamiento para la cura de la diabetes; cuando creyeron haberlo logrado, la empresa los despidió y ocultó los resultados para no perjudicar los ingresos que suponen las enfermedades crónicas; desilusionado se metió monje cartujo. La cuarta decidió dedicarse a la enseñanza de niños con problemas de adaptación y para ello opositó a una plaza de un centro especial y cuando la dirección observó la empatía que mostraba con sus alumnos la apartó de sus funciones en el aula y la destinó a trabajos burocráticos, ella decepcionada solicitó la excedencia y desde entonces se dedica a cuidar mascotas abandonadas. El más joven al conocer el fracaso de sus hermanos ha decido hacer sus estudios de historiador, dar clases particulares, casarse con la mujer que quería a pesar de ser poco agraciada, vivir de alquiler y disfrutar del tiempo, sin aspirar a otra cosa que no sea lo que el destino le preserve”.

La mujer calló y entonces su marido tomó la palabra y dirigiéndose al sabio con cierta acritud le dijo: “Tus consejos nos han traído la desgracia, nuestros hijos han fracasado en su intento de ayudar a sus semejantes”. El viejo sonrió y con voz pausada habló: “No sabéis apreciar los éxitos de vuestra descendencia. Vuestro hijo mayor ha antepuesto la ética al dinero y ha sabido renunciar a la venta de sus principios y ahora ha decidido conocer a la humanidad aprendiendo a soportar las carencias de lo material, ha elegido la virtud. Vuestra hija mayor ha renunciado a todo por amor y probablemente sea más feliz de lo que nunca había imaginado. El tercero ha elegido el camino de la espiritualidad y tal vez alcance la armonía entre cuerpo y espíritu. La cuarta vuelca su enorme carga afectiva sobre los seres vivos que más desamparo sienten y que solo con su mirada pueden pagar el bien que se les hace. El más joven es el más afortunado porque ha aceptado desde el principio lo que somos, polvo estelar con vida, y él ha decido vivir con el afecto de lo próximo, sin otras aspiraciones que disfrutar de lo cotidiano. Id pues tranquilos habéis cumplido satisfactoriamente con vuestras obligaciones, os deseo que sigáis por la senda de la virtud”, y dicho esto el anciano expiró. El matrimonio se acercó al cadáver, lo recogieron, lo embalsamaron, lo envolvieron en una sábana blanca, lo depositaron sobre el lecho y entonaron un canto de alegría; habían comprendido que la vida es lo que es y la muerte es su epilogo; entonces dieron gracias por vivir.

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