Opinión

HABLANDO CON EL PAPA

Hacer el balance del legado de Benedicto XVI para el siglo XXI y mostrar la vigencia y atractivo de su magisterio, es el propósito del libro 'Hablando con el papa'. Participaron en su redacción cincuenta personalidades de la España actual, entre los cuales hay algunos muy familiarizados con el pensamiento del papa emérito y otros menos. Los hay creyentes, agnósticos y ateos, hay teólogos, filósofos y científicos, artistas, periodistas y deportistas. Todos ellos comentan diversos aspectos del pensamiento de Benedicto XVI.


Los textos comentados se refieren al diálogo entre la razón y la fe, a la laicidad, los derechos humanos, la relación entre la Iglesia y el Estado, a la compatibilidad de los diversos sistemas económicos con el cristianismo, el sentido del sufrimiento, a la esperanza y la oración, la belleza como posible camino hacia la trascendencia, a la familia y su crisis actual, a la actitud de la Iglesia frente a las otras confesiones y a los no creyentes.


'Hablando con el papa' contiene además un interesante apéndice documental que incluye el crucial discurso de Benedicto XVI en Ratisbona, sus palabras ante el Bundestag, su mensaje en Westminster o las palabras que pronunció en la Jornada Mundial de la Juventud de Madrid. Se trata, pues, de un libro fundamental para entender el pensamiento de una de las grandes personalidades de los últimos cincuenta años.


En la sinopsis del libro se señala que en sus ocho años de pontificado, Benedicto XVI ha ofrecido una formulación de la esperanza cristiana a la altura de los tiempos, ha mostrado que se puede ser católico sin renegar de la racionalidad, de la modernidad o de la libertad, ha sostenido además que el cristianismo tiene respuesta para el ansia de sentido que define al hombre. Ha recordado reiteradamente que Dios es la fuente de la vida, y eliminarlo equivale a separarse de esa fuente e inevitablemente privarse de la plenitud y la alegría, pues sin el Creador la criatura se diluye. Ha dicho también que la experiencia enseña que el mundo sin Dios se convierte en un infierno, donde prevalece el egoísmo, las divisiones en las familias, el odio entre las personas y los pueblos, la falta de amor, comprensión y esperanza.


Se confirma por otra parte que la Iglesia, designando papa en el 2005 a una persona de la talla intelectual de Joseph Ratzinger, ha apostado por entablar un diálogo racional con una cultura occidental que camina a marchas forzadas hacia el secularismo.

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