Opinión

'LA INFANCIA DE JESÚS', DE BERLIOZ A RATZINGER

Benedicto XVI acaba de publicar 'La infancia de Jesús', último volumen de su trilogía sobre Jesucristo. Ante este reiterado interés del papa por resaltar el valor trascendental de la figura y obra redentora de Jesús, algunos se preguntan ¿qué ha traído Jesús realmente si no ha traído la paz ni el bienestar para todos, si el mundo sigue siendo, dos mil y pico años después, el dramático escenario de la lucha entre el bien y el mal y, tantas veces, este último parece que es el que triunfa?


Esta es una pregunta que subyace ya en los dos anteriores volúmenes de Jesús de Nazaret. Benedicto XVI respondía casi secamente en el primero: 'Ha traído a Dios, ahora conocemos su rostro, ahora podemos invocarlo, ahora conocemos el camino que debemos seguir como hombres de este mundo'. Y añadía con un punto de amargo realismo 'solo nuestra dureza de corazón nos lleva a pensar que esto es demasiado poco.


La misma cuestión retorna en el último volumen sobre 'La infancia de Jesús' cuando el papa reflexiona sobre lo que el Ángel anuncia a José en sueños. Le dice que el niño que nacerá de su esposa María 'salvará al pueblo de sus pecados'. Esta definición de la misión del Mesías -observa el papa- puede también parecer decepcionante. A fin de cuentas, ayer como hoy, la mayoría identifica la salvación como mejora de las condiciones político-sociales, con un cambio radical del escenario histórico exclusivamente. En esta hipótesis sucede que la promesa vinculada a la persona del Dios-Niño, que es también de la Iglesia a lo largo de su historia, aparece también frustrante por no tener en cuenta las funestas situaciones de sufrimiento e injusticia que padecemos. En contraste con este sentimiento, el texto del pontífice muestra, a continuación, como Jesús con su nacimiento en el Portal quiere llamar la atención del hombre sobre el núcleo del mal que aflige, para hacerle comprender que si no es curado en ese núcleo, incluso las cosas buenas que puede proyectar o realizar no podrán tener consistencia y estarán tocadas por una terrible levedad y debilidad. Así lo demuestra la entera historia de la humanidad. Pero para que el hombre se convenza de esta incuestionable verdad es necesario -advierte el papa- atravesar los aspectos más superficiales de la Navidad y adentrarse en el Misterio. Atreverse a hablar en serio de la infancia de Jesús es atreverse a hablar del Hijo de Dios hecho hombre, del hombre -niño en su desvalimiento- y de la nueva forma de persona, de esa nueva criatura en Cristo.


No nacieron de la ingenuidad el 'Oratorio de la Navidad' de Bach (1723), ni la 'Infancia de Jesús' de Berlioz (1854). A este último debemos los españoles especial agradecimiento. Oyéndole, vivió lo que llama 'el hecho extraordinario' el filósofo García Morente. Copiamos su escrito para que sea él quien nos cuente lo que le pasó en esos momentos. 'Estaban radiando música francesa, después interpretó la orquesta un trozo de Berlioz titulado 'L'enfance de Jesús'. Cuando terminó cerré la radio para no perturbar el estado de deliciosa paz en que esa música me había sumergido. Y por un instante empezaron a desfilar -sin que yo pudiera oponer resistencia- imágenes de la niñez de Nuestro Señor Jesucristo. No me cabe la menor duda de que esta especie de visión no fue sino producto de la fantasía excitada por la dulce y penetrante música de Berlioz. Pero tuvo un efecto fulminante en mi alma. Ese es Dios, ese es el verdadero Dios. Dios vivo. Esa es la Providencia viva, me dije a mí mismo. Ese es Dios que entiende a los hombres que vive con los hombres que sufre con ellos, que los salva'. Espero que la lectura meditada del libro del papa suscite en nosotros la viva y alegre corteza que produjeron en García Morente 'L'enfance de Jesus' de Berlioz y la gracia de Dios.

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