Opinión

JEAN GUITTON, CONFIDENTE DE MITTERRAND

Jean Guitton, filósofo distinguido, discípulo de Bergson, amigo de Teilhard de Chardin, de Juan XXIII y Pablo VI y el único laico que dirigió la palabra a los obispos durante las sesiones del Vaticano II, ha sido también en los últimos tres años el amigo, el confidente y el acompañante espiritual del presidente Mitterrand.


Así lo pone de manifiesto el propio Guitton en una famosa entrevista cuyo tema versa sobre su relación con el político francés: 'Estaba entre mis libros como siempre -confiesa Guitton- y sin ningún aviso previo llaman a la puerta. Abro. Es Mitterrand. Solo. O mejor escoltado por sus guardaespaldas. Por un momento creí que eran terroristas. Imagínense que maten a todo un presidente en mi casa'.


Era el 18 de noviembre de 1944. El presidente francés había ido a un viejo edificio de la 'rue de Fleuris' en la otra orilla del Sena donde tenía su apartamento J. Guitton. Vive rodeado del desorden de sus libros y periódicos, que su fiel secretaria, Claire Hude, intenta ordenar cada mañana.


'Fue rápidamente al tema -comenta Guitton-. ¿Qué nos espera después?, pregunta el político. Me quedé estupefacto. No es que ignorase su sensibilidad por las cuestiones religiosas, pero un acercamiento tan directo y brutal superaba toda posible imaginación'.


Mitterrand y Guitton eran viejos conocidos. No en vano su amistad se remontaba a los años cincuenta. Sin embargo, fue en 1986 cuando hablaron por primera vez sobre la fe, la vida y la muerte. En aquella ocasión el presidente dijo a Guitton: 'La religión es un conjunto de absurdos', a lo que el filósofo respondió: 'No, la religión es un conjunto de misterios, el absurdo es la nada, mientras que los misterios son las escaleras, cuyos peldaños suben uno tras otro, hasta el último que es la muerte'.


'Mitterrand como yo -prosigue Guitton- era en su juventud gran admirador de León XIII y su encíclica Rerum Novarum. En una época de grandes cambios sociales, en que los dos compartíamos la idea de la lucha por la justicia, el progreso social, la igualdad de condiciones, a Miterrand el ser católico le impedía, según su criterio, luchar por estos valores, le suponía erróneamente una traba y así fue como de católico social pasó a ser socialista. Éramos herederos de León XIII, pero acabó rechazando la Iglesia'.


Guitton había advertido en él, sin embargo, la sensibilidad de un hombre creyente, aunque no fuera practicante. Sin duda, su familia y la educación en un colegio católico le ayudaron a mantener su inquietud por el tema religioso. Su madre católica, de comunión diaria, dijo antes de morir que se iba a la otra vida con la preocupación de la salvación de su hijo. 'Por todo ello -confiesa su amigo- se ha acercado nuevamente a aquellos recuerdos, a aquella tradición y a aquellos valores'. 'A Mitterrand el tema de la muerte no le preocupó durante años. El tema del más allá, del día siguiente a la muerte el comenzó a inquietar en los últimos años y lo afrontó con profundidad'. Fue justamente un libro de Guitton, 'La existencia temporal', lo que le hizo entrar en sí mismo. Al leerlo y reflexionando descubrió a su hombre interior, como San Agustín'.


'Sin embargo Mitterrand estaba lejos de ser un místico, más bien resultaban rechazables algunos aspectos de su vida como infidelidades matrimoniales, pero si vivía la lucha de la inquietud por lo místico. De hecho fue a Lisieux, veneró las reliquias de Santa Teresa del Niño Jesús en París. Amaba mucho a esta santa, y a los místicos los admiraba profundamente'.


'Antes de morir hablaba de no considerar la muerte como un estado, sino como una experiencia mística que le descubriría el misterio de Dios con Dios y para Dios, idea que yo compartí con él'. El encuentro termina. Guitton y Mitterrand han estado hablando más de una hora en el desordenado despacho del filósofo. A la pregunta de si el presidente había despejado sus dudas en aquel encuentro, Guitton responde: 'Como decía mi amigo Pablo VI, el hombre que busca a Dios ya lo ha encontrado'.

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