Opinión

RASGOS ESPECÍFICOS DE UN PONTIFICADO

Los casi ocho años en el cargo de Benedicto XVI ofrecen un sólido fundamento para un balance en una serie muy variada de ámbitos, muchos de los cuales obedecen a intereses permanentes de la Iglesia Católica y seguirán siendo abordados por sus sucesores. Pese a que muchos recuentos acerca de la gestión de BenedictoXVI ponen especial énfasis en la manera con la que enfrentó los abusos sexuales protagonizados por sacerdotes, sería mezquino reducir la labor papal a ese importante aspecto. Siendo la Iglesia Católica una entidad que tiene una preocupación especial por la dimensión sobrenatural, buena parte de su quehacer es desatendido o mal interpretado por aquellos sectores que no prestan atención a ese ámbito. Por eso, para comprender su labor eclesial adecuadamente es necesario incorporar esa dimensión y examinar en qué forma se ha buscado su desarrollo.


Ejes centrales del pontificado recientemente concluido, entre otros, merecen especial mención los siguientes: los esfuerzos por alcanzar un reencuentro entre la fe y la razón, entendida ésta de una manera amplia, más allá del positivismo; la crítica al relativismo y a convertir al hombre en la medida de todas las cosas; la necesidad de que 'la doctrina cierta e inmutable se profundice y presente de manera que corresponda a las exigencias de nuestro tiempo', como decía Juan XXIII; la nueva evangelización como mecanismo para enfrentar una sociedad secularizada y mostrar 'la alegría de creer'; la necesidad de dialogar con todos dentro y fuera de la Iglesia; la urgencia de conversión, incluso al interior de aquella; las virtudes de la religión como fuerza para la paz, reconocer lo que es justo y promover un debate público que no postergue la ética; su esfuerzo por interpretar la vida de Cristo y presentarla en medio de la discusión, evidente en los tres libros que publicó durante su gestión.


Visto su pontificado desde esta óptica, parece superflua la insistencia de algunos por clasificar sus acciones y decisiones de 'conservadoras' o 'liberales'. Estos comentarios pueden provenir desde ' la hermenéutica' de la discontuidad y de la ruptura, como él mismo dijo en un discurso ante la curia en 2005, y no desde el 'aggiornamento' y la puesta al día, como fue la voluntad del Concilio Vaticano II.


En este horizonte se sitúan las coordenadas del pontificado de Benedicto XVI, que a partir de su renuncia es el papa emérito y vivirá el resto de sus días una vida de reclusión y oración, como anunció en su última audiencia general ante miles de personas en la Plaza de San Pedro, contribuyendo de la manera que ahora le es posible al desarrollo de la fe y al crecimiento de la esperanza y la caridad en mundo tan necesitados de esas virtudes.

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