Opinión

Por favor, me lo repita...

Cada vez soy más escéptico, y sobre las encuestas y esos "estudios" tan concienzudos por los que encima se paga de lo lindo, muchísimo más. Menudean noticias de ese tipo que realmente hacen restregar los ojos de quien las lee o escucha. Y en esto de la enseñanza ya uno ni sabe a que carta quedarse. Vienen ahora diciendo que los estudiantes españoles son los que más deberes llevan para casa y afirman que trabajan en casa ¡seis horas! Increíble e irreal noticia. Uno que en matemáticas anda fatal por lo menos por los dedos sabe contar y ya me dirán ustedes a mi de donde sacan nuestros estudiantes esas seis horas de las que habla ese célebre estudio al que se le ha dado toda clase de propaganda.

Pongo el caso de mis alumnos. Entran a las ocho y media de la mañana y salen a las cuatro. Tienen que llegar a sus casas, meriendan, se estiran y cenan. Pero como la moda es la moda a los niños ahora se les trae verdaderamente estresados. El otro día en el ascensor coincidí con un padre y su hijo de doce años. Y me dice el buen padre que acaba de recogerlo en el colegio y va a merendar para luego ir a clase de inglés y después de guitarra y dos días a la semana equitación. ¿De donde sacará el pobre niño las seis horas de marras? Pero es que esa es la tónica y el vicio que se ha ido introduciendo. Unos tenis, otros fútbol, los otros baloncesto, aquellos inglés y los de más allá guitarra, zambomba y hasta la gaita escocesa. ¡El colmo! Yo creo que si con todo eso encima aprueban el curso, una de dos: o son unos fenómenos o los profesores aprobamos por sorteo, de lo contrario es difícil de explicar.

Se ve que ni duermen porque tienen tiempo para jugar en internet, utilizar el iPhone, iPad o lo que sea además de colgarse los auriculares y escuchar música pasando de todo lo que ocurre en su derredor. Esto lejos de ser exageración es la realidad lisa y llana.

Por eso los de mi generación debíamos ser unos inútiles. Teníamos un par de libros que valían para todo, era innecesaria la mochila (hoy en día a tope) porque bajo el brazo llevábamos libros y libretas y demás material y aún podíamos dar una vuelta por el Paseo para ver como salían de clase las josefinas, las carmelitas o las franciscanas. Carecíamos de esos pinganillos para la música y lo fundamental era estudiar y punto, y nadie hablaba de esas seis horas.

Con todo esto es lógico que ocupemos los últimos lugares a nivel educativo. Porque me resisto a creer en esas seis horas que revela ese estudio que habrán pagado bien pero que ni mucho menos responde a la realidad con los datos en la mano. Ahora, en el fin de curso bien estaría que reflexionemos sobre el tema y seamos realistas a la hora de ver las calificaciones de nuestros estudiantes. Lamentarse de los suspensos ahora en junio está fuera de lugar y echar la culpa a los profesores generalizando es una injusticia porque ni todos son malos. Antes bien los padres debieran coger el toro por los cuernos y examinar el plan que durante todo el curso ha tenido sus hijos, permitido y a veces hasta incentivado por ellos.

Es en setiembre cuando debiera haber más responsabilidad para sentarse a la mesa y hacer en común y con el consejo de los docentes un plan para los días de los adolescentes y jóvenes si es que deseamos ahora, al final, cosechar frutos logrados. Sembramos lechugas y luego pretendemos cosechar pimientos y eso es imposible. Los planes de educación de nada sirven si la formación la dejamos al socaire de la moda o de los gustos de quienes su misión es estudiar y trabajar. El colegio y los profesores seremos una ayuda, pero de nada servirá sin la ayuda y control estricto en casa.

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