Opinión

La ignorancia

Ya decía Galileo, que era un personaje inteligente, que "la ignorancia es la madre de la maldad, de la envidia, de la ira y de todos los demás vicios y pecados". Buena reflexión que compartimos plenamente. Por este mundo en el que nos movemos deambulan ingentes cantidades de ignorantes que, encima, son tremendamente osados. Este fallo le faltó poner a Galileo. Osadías que le llevan a opinar de todo y a presumir de casi todo. Con gran desparpajo se asoman a los medios con declaraciones y respuestas que asustan con una notoria incultura. Cuando lo lógico sería escuchar, aprender y formarse, sin pensarlo y con una cara mayor que la espalda dicen las mayores barbaridades de todo tipo, ya sean históricas, etnográficas, literarias e incluso religiosas.

Si ustedes se toman la molestia de tener un bolígrafo y un papel y se ponen delante de cualquier medio de comunicación y escuchan, tendrán temas más que sobrados para sus tertulias matinales con cuidado para que el café les guste sin agriarles el día. Sale uno que presumiblemente es culto hablando de los cruceiros gallegos y ni se le ocurre citar al de Hio o el bellísimo articulo de Castelao. Otro se asoma y en una tertulia repite seis veces (las anoté) "bajo mi punto de vista", y se queda tan pancho incluso siendo subdirector de un periódico. Sólo estas dos muestras son suficientes porque si les relato todas las que tengo les cansaría. Y en el tema religioso las meteduras de pata son interminables: "El rey (o cualquier autoridad) preside la misa" (¿son sacerdotes?); se confundes frailes con monjes y con religiosos, y nada digamos al citar a las Hijas de la Caridad a las que se les atribuye ser monjas o religiosas cuando nada de eso son, al igual que los Paúles.

Se olvida el principio de Herrera Oria cuando afirma que los fines de los medios son "informar, formar y deleitar". Muchos ni lo uno ni lo otro, convirtiéndose en verdaderos depredadores del lenguaje de Cervantes y de la cultura en general. Habría que volver a Tierno Galván y observar las precisiones que en sus bandos así como en sus publicaciones conservaba siempre. Llamando a las cosas por su nombre, y nunca responder por aproximación o cantando de oídas, que esa es otra. Se elevan a doctrina muchas veces las ocurrencias del momento de algún iluminado que se despertó "inspirado" o le inspiró aquella copa reiterada del más refinado licor.

Todo esto tiene más gravedad de la que parece, por cuanto una idea o una ocurrencia repetida llega a ser patrimonio común en poco tiempo, elevando a argumento de autoridad lo que simplemente es una ocurrencia de algún ignorante. Siempre me impresionaron aquellos que toman como punto de referencia y para corroborar sus aseveraciones a ineptos del momento. Personas tantas veces llegadas a la fama por casualidad. Un reciente y logrado artículo de mi buen amigo Moncho Conde Corbal sobre el tristemente célebre “Pequeñ Nicolás” me ahorra a mí de todo comentario. Increíble osadía y tremenda cara pero más todavía los que, acaso sin tener idea, le facilitaron la fama y las fotos. Aquí todo vale.

Volviendo a Galileo, todo lo anterior es fruto de una ignorancia supina que reina en gran parte de la sociedad actual sin líderes de todo tipo y, escaseando éstos, es normal que lo suplanten incompetentes y corruptos. Recuerdo en una clase de periodismo que, al llegar el celebre 24-F, había una frase en la pizarra que decía: "Incompetentes al poder". A mí se me ocurrió escribir debajo: "Ya están", lo recordará mi compañero y amigo, el hoy director de los informativos de RTVE, Juan Fernández Vegue que estaba allí.

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