Opinión

Los jóvenes también rezan

A su manera, pero también rezan muchos de nuestros jóvenes. En su fuero íntimo tienen momentos para encontrarse consigo mismos y es entonces cuando echan una mirada hacia su espíritu. Si en la confesión o en un momento de reflexión les preguntas, dicen creer en Dios. Hay una encuesta, que comentaremos, que habla precisamente de un porcentaje de juventud que cree, aun cuando su práctica es deficiente. Es un índice bajo pero lo hay y además habría que llegar a su intimidad y observar que ese índice es mayor. Dejan las prácticas religiosas pero acuden en momentos de soledad, acaso hartos de tantas cosas que en vez de llenarles les embotan. Porque ni la droga, ni el sexo, ni los múltiples medios que se introducen en sus vidas son capaces de llenarles y dar respuesta a la zozobra en la que algunos viven.

La capacidad de nuestro corazón es infinita y nunca va a ser posible llenarlo con “cosas”, “placeres” ni “honores”. En el fondo es lo que ya aseguraba San Agustín de Hipona cuando explicaba esta situación en una frase aquí repetida muchas veces: “Inquieto está nuestro corazón hasta que descanse en Ti”. 

Tengo muchas anécdotas que corroboran cuanto digo. En una ocasión entré en la Catedral de Ourense y frente al altar de la Virgen del Carmen estaba un joven con la vista fijada en la imagen. Pasé, celebré misa y al acabar seguía allí en la misma postura. Me acerqué y entablamos un diálogo esclarecedor. Sobrepasaba los treinta años, era del Mediterráneo y al preguntarle por como estaba rezando tanto tiempo allí de pie me respondió: “No, padre, que yo no sé rezar. Miro a la imagen y me relaja el espíritu me sosiega”. Lo invité a sentarse en un banco del templo y allí estuvimos hablando largo rato. Estaba bautizado y desde la primera comunión nunca más había vuelto a la práctica religiosa. Solo se había confesado solo para la comunión. Le explique que la oración es mucho más que unas fórmulas hechas, oraciones ya escritas y que lo que estaba haciendo era oración. Al final le ofrecí la oportunidad de confesarse porque en nuestro diálogo descubrí que era una gran persona y que tenía mucha más fe de la que él creía. Se confesó y muy emocionado.

Precisamente en el Evangelio que se lee en este domingo habla de las hermanas de Lázaro, Marta y María. Cristo, en un episodio muy humano, nunca descalifica a Marta por su trabajo de hospitalidad. Son dos actitudes distintas de una misma fe y que se complementan. Marta representa la actitud de servicio. Una escucha y la otra sirve, cumpliendo precisamente lo que la María escucha. Cada una con su estilo y los dos necesarios.

El joven aquel de la Catedral cumplía en su vida una fe auténtica pero sin cultivar. Tal vez andaba inquieto con muchas cosas, como la hermana de Lázaro, y necesitaba un remanso de paz para su vida.

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