Opinión

Sociológicamente incomprensible

En el himno a la Virgen de Covadonga hay unos versos que dicen: "Tienes por trono a la cuna de España". Y lo cantan con gran fuerza los asturianos. Viene a mi memoria el cántico a la Santina al observar lo que acontece en Ourense, sobre todo en los meses de mayo y septiembre. Sin duda alguna, la Virgen tiene también su sede en el corazón de los ourensanos y se vive y palpa, ya haya sido en la visita de Los Milagros, en la noche fatimeña y en tantas concentraciones en torno a quien es Madre de Dios desde la Anunciación y Madre nuestra desde que Cristo nos la dio en el Calvario a todos representados en San Juan, el discípulo amado.

Posiblemente los sociólogos tengan mucho que decir sobre el tema. Porque en estas concentraciones encontramos a ricos y pobres, jóvenes y mayores, casados y solteros, niños y abuelos, cuando a lo largo del año parece que la fe es tenue y apenas se nota. Es ese rocío del que hemos hablado muchas veces que por la mañana empapa nuestro calzado y por la tarde lo cubre de polvo. En las concentraciones marianas ese rocío es agua pura aun cuando muchas veces tengamos que sacudir los pies por tanto polvo.

Impresiona ver caminar de noche a grupos de jóvenes hasta los santuarios marianos de la diócesis y ver sus miradas depositadas en tantas imágenes de la Virgen que indican deseo, súplica, oración y sobre todo amor. Miradas limpias que en los pentagramas de las canas de nuestros mayores relejan la más bella sinfonía.

Acaso me dirán que todos los años digo casi lo mismo y tienen razón. Una reiteración que brota del deseo de constatar la realidad de esa fe de la tierra que nos vio nacer. Una fe que nuestros emigrantes llevan y llevaron a los más lejanos países; y que nuestros entrañables afiladores con el sonido inconfundible de su música, ya sea en gallego, castellano o barallete, trasmiten por todas las latitudes.

Mirando a las incontables imágenes que he tenido la dicha de fotografiar, y a los más de dos mil rastros iconográficos marianos de la diócesis que ya publique también, viene a mi mente el cantar que los conquenses dedican a su Virgen de las Angustias: "Siete espadas de dolor atraviesan tu tierno pecho, que este pueblo, beso a beso, te acompañe con su amor". Y ¡sí que la acompaña tantas veces! porque, siguiendo ahora a Pemán en sus versos a Cristo crucificado: "Tengo unas ansias fogosas de abrazarte y bendecirte, y ante tus plantas piadosas quisiera decirte mil cosas que no sé como decirte".

Es muy cierto esto último. Se peregrina y venera a la Virgen en tantas tallas en ese culto que llamamos de hiperdulía, pero sobre todo, si pudiésemos leer tantas conversaciones que los peregrinos musitan al pie de esos iconos, acaso los sociólogos tendrían que mudar muchos esquemas.

Sin duda esta diócesis de San Martín es mariana por excelencia y la llamada Nueva Evangelización muy posiblemente caminará por esas sendas.

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