Opinión

Una zarzuela actual

Permítanme que vuelva sobre el tema, por lo acontecido en el deporte español. Aparece entre la colección de discos de vinilo uno que recoge la zarzuela “La leyenda del beso” en dos actos, dividida en tres cuadros. Con libreto de Enrique Reoyo, José Silva y Antonio Paso, y música de los maestros Soutullo y Juan Vert, se estrenó en el Teatro Apolo de Madrid el viernes, 18 de enero de 1924. Es una zarzuela llevada a opereta, con ciertos toques melodramáticos, a la par que ciertos elementos exóticos para dar color. 

A la música, indudablemente de gran calidad y vuelo lírico, se la puede considerar como una ópera en sí, dado el tratamiento tan profundo de las voces y la riqueza orquestal, raramente contempladas en la zarzuela hasta la llegada de autores como Sorozábal, Guridi o Usandizaga. Intermedio al que en 1982 puso letra Luis Gómez-Escolar y que interpretó el grupo Mocedades en el tema Amor de Hombre.

En el parque de un viejo castillo señorial, Mario y sus amigos celebran su despedida de soltero, debido a su boda con una señorita impuesta por su familia. A ella acuden todos sus amigos y amigas; destaca entre ellos Gorón, un calavera simpático y fresco dispuesto a todo; en concreto, a seducir a la hija del guardia del castillo, Simeona, sin preocuparse mucho de Cristóbal, el novio de esta, un bruto gañán. 

Mario queda sorprendido por la belleza de Amapola, la reina de los gitanos. Alesko, su jefe, cuenta que hace muchos años pasaron por estas tierras y aquí murió la madre de Amapola, siendo para ellos estas tierras sagradas; piden su permiso para acampar. Mario accede y pide a los gitanos que preparen una pequeña fiesta para agasajar a sus invitados. Entra Iván, el prometido de Amapola, con un evidente ataque de celos al descubrir la escena, produciéndose una agria discusión. 

Cristóbal regaña a Simeona por su actitud con Gorón, recalcándole que si trata de acercarse a ella, le dará un buen escarmiento. Gorón aprovecha para poner en práctica sus dotes seductoras con Simeona, logrando su propósito; cuando está a punto de besarla, aparece Cristóbal y lo espanta. 

Mario queda extasiado por su belleza. Cuando va a besarla, aparece Ulita, la hechicera del campamento y lo impide; ella relata que la madre de Amapola, tras entregar su amor a un mal hombre, cuyo fruto fue, antes de morir lanzó una maldición a su hija: todo aquel que trate de besarla morirá sin remedio. Amapola despierta y al ver a Mario huye, quedando éste desconcertado. 

Cristóbal riñe con Simeona ante su conducta, prohibiéndole que vaya al río a bañarse. Se celebra la famosa zambra gitana, la cual encanta a todos por su colorido y exotismo. Mario manda sacar el vino y ofrece su copa a Amapola, cuando Iván, en un ataque de furia, se la arrebata de un golpe. Todos corren a calmar los ánimos reanudándose la fiesta. 

Mario queda a solas, al verla llegar, la besa sin poderse resistir. Iván, al verlo, trata de atacarlos, pero se interpone Ulita, mandando a Amapola regresar y le demuestra a Mario que el hechizo se ha cumplido. 

A grandes rasgos, este es el argumento en el que se mezclan los celos, la pasión y en suma el beso que les hace sufrir. Como se ve, el beso forma parte de innumerables argumentos de la literatura española. En zarzuelas, melodramas y óperas aparece siempre un beso dado a destiempo y que crea problema llevando a melodramas e incluso tragedias. Bien caro le costó en “La vida es sueño”, y nada digamos del “destrozo” amoroso que sufre Segismundo ante la zozobra de aquella célebre y tradicional escena de la literatura española.

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