Opinión

"Un árbol para el futuro"

Un signo universal y arraigado en las tradiciones africanas como es plantar un árbol, fue el gesto con el cual el papa Francisco eligió inaugurar su primer viaje en el continente africano, en una Nairobi sobre la cual poco después, mientras llegaba la noche, cayó una densa lluvia que regó con abundancia el olivo que acababa de plantar. En Kenia, esta costumbre, fácilmente comprensible, está difundida sobre todo entre los jóvenes que culminan un ciclo escolar, como símbolo de apertura hacia el futuro.


Así, plantando un arbolito destinado sobre todo a las futuras generaciones un “elocuente signo de esperanza” el pontífice quiso expresar la confianza en Dios para que sostenga los esfuerzos de los que trabajan por “cultivar una sociedad solidaria, justa y pacífica” en Kenia y en toda África. Lo puso de relieve el mismo papa en el discurso de respuesta a la muy cordial bienvenida del presidente de Kenia ante las autoridades y el cuerpo diplomático e inmediatamente elogió al país del cual era huésped por la ejemplaridad de su proceso democrático.


El objetivo es construir una sociedad multiétnica justa e inclusiva en una nación que el papa Bergoglio definió ante todo como joven y que por eso debe saber invertir en los jóvenes. Pero también caracteriza a Kenia la belleza y la abundancia de los recursos naturales, aspectos que llevaron al pontífice a hacer mención de la grave crisis ambiental a pocos días de la Conferencia de París, donde la Santa Sede está representada por el cardenal Pietro Parolín.


Una vez más el papa repitió que hay una clara relación entre la protección de la naturaleza y la construcción de un orden social justo y que en consecuencia la renovación de la relación con el medio ambiente pasa por la renovación de la comunidad misma. Por esto es necesario combatir la pobreza, de la cual nace la desesperación que alimenta la violencia y el terrorismo. Son estos los “enemigos de la paz y la prosperidad”, dijo el papa a las autoridades del país y a los representantes diplomáticos que unas quince veces interrumpieron con aplausos su primer discurso en tierra africana.


Y antes de la gran misa en el Campus de la Universidad y del encuentro con el clero y los religiosos, un firme llamamiento a favor de la necesidad y de la urgencia de diálogo entre los cristianos y las otras religiones. La amistad y la comprensión no son “un lujo”; esto, en efecto, el mundo lo necesita cada vez más, repitió el pontífice, recordando las masacres que ensangrentaron a Kenia. Porque el Dios “a quien buscamos servir es un Dios de la paz” y su nombre santo no debe ser usado jamás para justificar el odio y la violencia.

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