Opinión

¿La religión es el problema?

Aún bajo el impacto de los recientes atentados terroristas de París, algunos articulistas se han lanzado a culpabilizar a la religión como origen de ese mal. Llama especialmente la atención el artículo de un conocido pensador en el que venía a decir que: “Es necesario abandonar la creencia en la vida eterna para evitar la violencia de tipo religioso”. Este señor, que con toda buena voluntad y preocupación justa, olvida que el pasado siglo vivió dos ideologías, el nazismo y el comunismo, marcadas por el ateísmo. Y está fuera de toda duda que el siglo XX no pasará a la historia precisamente como pacífico. Alexander Solzhenitsynn recordaba como su abuela le expresaba con sencillez: “Los hombres han olvidado a Dios”, al describir los horrores del siglo pasado.

En efecto, la religión busca responder a las exigencias más constitutivas del hombre. La extirpación de la hipótesis de la vida eterna en la existencia humana significa abandonar al hombre frente a la nada, que es el caldo de cultivo para que los jóvenes que buscan un sentido a la vida sean fácilmente maleables por diferentes ideologías destructivas, sean religiosas o no. El hombre tiene derecho a buscar un sentido a su vida y partir de la hipótesis que encuentra en su propia cultura, u otra si un encuentro en su vida lo hace posible.

El reverso de la moneda es que la religión al mismo tiempo tiene que confrontarse con la razón. Las palabras de Benedicto XVI en su discurso en Westminster Hall sitúan a la fe y a la razón en su justo lugar: “Este papel corrector de la religión respecto a la razón no siempre ha sido bienvenido, en parte debido a expresiones deformadas de la religión tales como el sectarismo y el fundamentalismo… dichas distorsiones de la religión surgen cuando se presta una atención insuficiente al papel purificador de la razón respecto a la religión. Se trata de un proceso en doble sentido. Sin la ayuda correctora de la religión, la razón puede también ser presa de distorsiones, como cuando es manipulada por las ideologías o se aplica de forma parcial en detrimento de la consideración plena de la dignidad de la persona humana… Por eso deseo indicar que el mundo de la razón y el mundo de la fe necesitan uno de otro y no deben tener miedo de entablar un diálogo profundo y continuo por el bien de nuestra civilización”.

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