Opinión

lA RECTA FINAL

Son muchas las decisiones que hay que tomar en el transcurso de este mes de junio de este año 2010. Parece que a los diferentes gobiernos les ha entrado la prisa y les ha pasado como a algunos estudiantes que quieren aprobar el curso en la última semana, y aunque eso no sea malo (el querer aprobar), supone un esfuerzo que no siempre es recompensado con el realizado en la recta final. Recuerdo con nostalgia aquellos años en el instituto en los que casi todos estábamos a lo mismo, esto es, estudiar al límite para intentar converger en probabilidad. Hasta se hiciera famosa la frase de la Barja: ¡'Tú quieres aprobar ahora'!, no te jode, a eso íbamos. Disculpen ustedes la coprolalia. Pero fuera de sarcasmos estúpidos, lo cierto es que no aprobaba casi nadie en aquellos exámenes de suficiencia en los que te jugabas el todo por el todo a un examen.


Lo problemático de este tema es que las decisiones afecten a una gran colectividad. Aunque nos podamos ver identificados con el ejemplo anterior, éstos son casi siempre odiosos y en mayor o menor medida se circunscriben a opciones personales que sufre o disfruta, según sea el resultado, el propio individuo. Sin embargo creo que debe preocuparnos que la situación económica de la vieja Europa siga a expensas de unos pocos especuladores que crean y deshacen crisis financieras a su antojo, y, según el guión diseñado, son capaces de hacer temblar el mercado para maximizar los beneficios que ya recogen. Es decir, siguen ahí.Ante este escaparate de injusticias, los gobiernos callan y sufren las consecuencias del dinero fácil. El globo se llenó tanto de aire que comenzó a deshinchase en un goteo continuo de personas paradas. Y cada parado es un fracaso del sistema, aunque muchos lo analicen como un problema económico. Llegados a este punto todos quieren pactar. Llegar a acuerdos a la fuerza y ante la presión social que no deja margen de maniobra. Los sindicatos en general son criticados y la sucesión de huelgas en diversos sectores hacen que pierdan al menos dos cosas: el grado de compromiso de cada afiliado con su sindicato y, lo que es peor, la devaluación de su principal arma de presión ante los gobiernos, la huelga.


Todo el mundo se pregunta si es apropiado parar de producir cuando hay escasez y sobre todo en nuestro país, que si antes se creaba empleo muy rápido, ahora se destruye a un ritmo exponencial. Las reformas estructurales son casi tan lentas como los cambios en materia educativa y el problema está en que las personas en paro no están por la labor de seguir paradas para ver un futuro mejor, sino que las necesidades son diarias y el modelo todavía sigue en estado embrionario. Por eso habrá que preguntarse si vamos a poner un pequeño parche en una herida infectada, pactando a cualquier precio para solucionar el presente inmediato, o si podemos esperar que el Gobierno y los agentes sociales tengan las miras puestas en una Europa, de la cual dependemos cada vez más, y en la que parece ser que no cree ni la madre que la parió. No obstante si los libros hablan de que el mercado se autorregula, habrá que empezar que esperar sentados, o en todo caso, sería bueno comenzar a revisarlos.

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