Opinión

Oigo, Zaida tu aflicción

Oigo, Zaida, tu aflicción y me vienen a la mente mis años mozos y la oda con que mi madre me enardecía para enrolarme en la yihad hispánica: “Oigo, patria, tu aflicción / y escucho el triste concierto/ que forman, tocando a muerto,/ la campana y el cañón”. Todavía hoy, te lo juro, se me ponen los pelos de punta y la baba de áspid al oírla recitar aquellos versos: “¡Pues que la patria lo quiere, / lánzate al combate y muere: / tu madre te vengará!”.

Maestra y madre de cuatro hijos -uno fallecido al nacer- fue una mujer, repito, mujer, de armas tomar: “Si algo hay indecente en un militar es la cobardía. En una madre, el consentírse la a sus hijos”. Hija de militar, hermana de militar y esposa de militar, cuando le manifesté que yo quería ser piloto civil me dijo: “¡Gracias a Dios!”. Y también me dijo que aunque había visto en su casa muchas armas, muchas cicatrices, muchos muñones y muchas calamidades (entonces no existía lo de estrés postraumático), jamás podría superar el ser la madre de un Boabdil, ni el tener que llorar como mujer el que yo no hubiera sabido defenderme como un hombre.

No sé si machista, pero como varón, hijo de mujer, hermano de mujer, esposo de mujer y ferviente sufridor de vuestro encanto, sé que cuando exhibís vuestras armas, de mujer, un simple amago puede soliviantar nuestros principios. Y también sé, porque lo he sentido, que una simple mirada pone en su sitio un ejército de imbéciles por mucho que vayan atildados de charreteras y condecoraciones. Y que si hay mucho hijo de puta en los cuarteles, no veas los que andan sueltos.

El problema es que, para morir, antes los ejércitos no tenían protocolo: “Con el escudo o sobre el escudo”. Y para reclutar carne de cañón bastaba emitir un bando. Ahora son una ONG (organización no guerrera) en la que se ingresa voluntario. Conozco la Declaración Universal de los Derechos Humanos, el que hombres y mujeres somos iguales, sin distinción etnia, color, físico, sexo, etcétera, pero prefiero que a mis nietos los amamanten mis nueras, y vayan mis hijos al frente si, Alá es la rehostia y nunca se sabe, nos invaden los de EI. En eso soy un poco moro, la verdad.

¿Pero sabes lo peor?, me repatean las soldados de plató y de puchero a flor de cámara. Y el domingo ya vi otra Agustina de Aragón en Tele 5. Y otra María Pita, picoleta, hablando pestes de la Benemérita en Yo Dona. Lástima de aquellas fieras amazonas que se cortaban un pecho para poder tensar más el arco y arrojar mejor la lanza... ¿Ves? ¡Ahí ya me callo! 

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