Opinión

Generosidad

El Sergas y la Universidad andan empeñados en descodificar la negativa de familiares de personas fallecidas a donar los órganos para ser utilizados en trasplantes. Aguardan las claves con los resultados de un estudio en marcha del que se conocerán las conclusiones en los próximos meses.


La Consellería constata la reducción de donantes procedentes de víctimas de accidentes de tráfico en la misma medida en la que bajan los fallecidos por esta causa. Aún así, se ha incrementado un 2% el número de trasplantes; además, Galicia figura por muy por encima de la media europea en tan altruista gesto, con 30 donaciones por millón de habitantes frente a las 18 en el Continente.


Las autoridade sanitarias quieren conocer qué lleva a la familia de un muerto a rechazar la donación de órganos, para poner en marcha una estrategia que permita luchar contra esa resistencia, instándoles a pensar en los demás, aunque sea en momentos tan dolorosos.


Está bien, pero habría que ir más allá en esas campañas y ser mucho más directos. Porque los demás podemos ser nosotros mismos pasado mañana. Nadie está a salvo de necesitar un órgano. En cambio, hay gente -mucha- que sabe bien de la angustia de que la propia vida o la de alguien muy próximo dependen de la generosidad ajena, tan valiosa como barata, aunque conduce a la reconfortante sensación de haber contribuido a algo grande, aún desde el dolor más profundo.


Tal vez ayudase el conocimiento de experiencias de lo bueno y lo irreversible en primera persona: quien vuelve a la vida con el latido de un corazón ajeno y el llanto desgarrado de una mujer y sus dos niñas pequeñas porque lo que más querían se apagó en una avioneta hacia Córdoba al no poder resistir el viaje en busca de un pulmón que llegó demasiado tarde.



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