Opinión

Kosovo, España y Rusia

El Ministerio de Asuntos Exteriores español mantuvo un extraño silencio ante un hecho sorprendente: una flota rusa hizo impresionantes maniobras militares estos días en el Golfo de Vizcaya mientras Moscú trataba de evitar que Estados Unidos y la Unión Europea apoyen la declaración unilateral de independencia de Kosovo, provincia autónoma de Serbia.


De todos los mares del mundo Rusia eligió el Cantábrico, cerca del País Vasco español y francés para sus primeros grandes ejercicios bélicos desde la caida de la URSS, en 1991.


Estamos ante un incomprensible silencio español a pocos días de que los actuales dirigentes kosovares se separen ilegalmente de Serbia. Porque la secesión es contraria a la resolución 1244 del Consejo de Seguridad de la ONU, que reafirma la soberanía serbia sobre esa provincia administrada por la propia ONU desde 1999, bajo garantía de una ’sustancial autonomía’.


Casi nadie entiende por qué la diplomacia estadounidense rompe la resolución 1244, y tampoco por qué Javier Solana y la mayoría de la UE la aceptan, aunque Rumania y Chipre se oponen enérgicamente, y España mortecinamente.


Porque el Gobierno español sigue intimidado pagando la sentada de Rodríguez Z ante la bandera estadounidense, la huída de Iraq sin acordar una retirada honorable, y su política exterior peronista, favorable a Fidel y Chávez, y poco amistosa con Israel.


Todos los analistas sensatos advierten que un Kosovo independiente (10.887 kilómetros, 2.200.000 habitantes) provocará movimientos similares en distintas zonas, aparte de que será un territorio dominado por el bandidaje.


Serbia había aprendido ya la lección de Milosevic, y no iba a repetir sus brutalidades en esa provincia donde surgió como nación, y cuyo islamismo apareció con las invasiones otomanas.


Ahora, Ibarretxe y ETA le cantan alborozados al futuro del nuevo país, mientras hay dudas sobre España.



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