Opinión

Los adorables niños de antaño

Sorprende comprobar cómo los niños y adolescentes que han triunfado en películas de poderoso presupuesto y notable repercusión se convierten, a la vuelta de los años, en unos pobres desgraciados que han sucumbido entre drogas, escándalos, agresiones y frecuentes comparecencias ante el juez. Acabo de leer que el adorable niño que desempeñó el papel de Anakin Skywalker está a punto de ingresar en la trena porque –remedando sospecho su experiencia como conductor de naves de carreras en “La amenaza fantasma”- fue detenido por la policía tras una persecución que acabó con el coche del perseguido incrustado contra un árbol. El actor, llamado Jack Lloyd que cuenta en la actualidad veinte años, le pegó una paliza a su anciana madre y confesó compungido que su participación en aquella película, si bien le reportó fama y dinero, le destrozó la vida cuando era una criatura preciosa a la que todo el mundo deseaba besar y abrazar.


No es, en efecto, un caso aislado si bien la saga galáctica cuenta con un récord difícilmente igualable en eso de descarriar la existencia de la mayor parte de los actores que han intervenido en ella. Pero es cierto que aquellos que se han iniciado cuando niños en el oficio de ser estrellas de cine, en lugar de aprovechar el tirón de su fama, disfrutar del dineral que les han pagado y esforzarse por convertirse en buenos actores, se han perdido irremediablemente y a estas alturas son poco menos que delincuentes juveniles cuyas fotos suelen estar prendidas de los paneles de corcho de las comisarías en vez de figurar en los avisos de una nueva película de éxito.

El tierno infante que nos arrebató a todos en la película “Solo en casa” y sus prolongaciones, es hoy una ruina humana, de ojos muertos y aspecto patibulario difícilmente recuperable, no ya para protagonizar una película sino para hacer de extra.
Lo más simple de este proceso es hacer recuento de los cientos de niños prodigio a los que la fama y el dinero ha estrangulado. Lo más complicado sin embargo es entender las raíces justas de esta debacle que convierte unos rostros adorables en el que debía tener el verdugo de París cuando se quitaba la máscara. Dicen que Sansón era, fuera de la cuchilla, un caballeo muy sensible y educado.

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