Opinión

La dinastía que no es

A pesar de que Juan Balansó ya adelantaba la posibilidad de que en alguna parte hubiera un documento que pusiera en duda la legitimidad de la descendencia real española desde el siglo XVIII, ha sido otro de los grandes rastreadores, el periodista José María Zavala, quien ha documentado tan inquietante y trascendente sospecha. Ha encontrado en los archivos del ministerio de Justicia -donde fue depositado en su momento- el legajo en el que se contienen las miserias sufridas por el fraile Juan de Almaraz, confesor de la reina María Luisa de Parma esposa de Carlos IV, y al que la reina contó seis días antes de su fallecimiento que ninguno de los hijos que tuvo con el monarca eran de él.

La reina tuvo 24 embarazos, y 14 hijos, de los cuáles solo 6 fueron adultos. Acuciada por su doliente conciencia, narró al atribulado sacerdote que ninguno lo había hecho el rey. El padre Almaraz, que había partido al exilio de Roma acompañando a la Real pareja, calló por miedo al indeseable heredero Fernando VII, y solo ocho años después, y cuando reclamaba una pensión que la reina le había prometido en testamento y que Fernando se negó a retribuir, echó mano del secreto para presionar al monarca en un carta fechada en 1827. La respuesta del Felón fue la que corresponde a su vileza. Mandó secuestrar al cura en su convento romano y lo encerró incomunicado y de por vida en el castillo de Peñíscola.

Zavala ha encontrado el expediente en el que se cuenta cómo aquel pobre Montecristo hispano fue sepultado vivo cuando había rebasado los 80 años para asegurar su silencio, y cómo solo pudo recuperar la libertad a la muerte de Fernando en 1833 acogiéndose a una amnistía general promulgada por la viuda del soberano, la reina María Cristina a punto de contraer matrimonio con Fernando Muñoz. El pobre cura duró poco y murió de un coma diabético en 1835, y su secreto se fue con él a la tumba hasta que Zavala se ha encontrado con la carta firmada por fray Juan donde informa a Fernando de lo que le confesó la reina María Luisa en su lecho de muerte. “Padre, la dinastía Borbón se quebró con mi augusto esposo…”. Las cosas sin embargo, no acaban aquí. Tampoco ninguno de los hijos de la hija de Fernando VII, la reina Isabel II, fueron de ella. Ni siquiera el heredero Alfonso XII. ¿Queda pues algún Borbón de veras? Pues no, que yo sepa. Carlos IV fue el último. Y menudo ejemplo.

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